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In unitate fidei: la Carta apostólica de León XIV sobre el Concilio de Nicea

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Comunicado de www.vaticannews.va — In unitate fidei: la Carta apostólica de León XIV sobre el Concilio de Nicea

A pocos días del Viaje Apostólico a Turquía para conmemorar el 1700 aniversario del Concilio Ecuménico de Nicea, el Papa León XIV publica una nueva Carta apostólica reafirmando “en la unidad de la fe” la respuesta de los Padres conciliares que “confesaron que Jesús es el Hijo de Dios”. Y su exhortación a la Comunidad Cristiana a “ser signo de paz e instrumento de reconciliación”.

Johan Pacheco – Ciudad del Vaticano

“En la unidad de la fe, proclamada desde los orígenes de la Iglesia, los cristianos están llamados a caminar concordes, custodiando y transmitiendo con amor y con alegría el don recibido”, así empieza la Carta apostólica En la unidad de la fe que publica este el Papa León XIV este 23 de noviembre, en la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, y en vísperas de su primer viaje apostólico a Turquía para conmemorar el 1700 aniversario del Concilio de Nicea.

“Esto se expresa en las palabras del Credo: «Creemos en Jesucristo, Hijo único de Dios, que por nuestra salvación bajó del cielo»”

LEA EL TEXTO COMPLETO DE LA CARTA APOSTÓLICA «IN UNITATE FIDEI»

En la Carta apostólica el Santo Padre profundiza los temas esenciales del Concilio de Nicea y su importancia actual para fe de la Iglesia y o bautizados, reflexionando con el documento de la Comisión Teológica Internacional: Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador. El 1700 aniversario del Concilio Ecuménico de Nicea.

La profesión de fe en Jesucristo

“En este Año Santo -escribe el Papa León XIV- dedicado a Cristo, quien es nuestra esperanza, es una coincidencia providencial que se celebre también el 1700 aniversario del primer Concilio Ecuménico de Nicea, que en el 325 proclamó la profesión de fe en Jesucristo, Hijo de Dios. Este es el corazón de la fe cristiana”.

El Papa recuerda que “los tiempos del Concilio de Nicea no eran menos turbulentos. Cuando comenzó, en el 325, aún estaban abiertas las heridas de las persecuciones contra los cristianos”. Y con las amenazas externas también “surgieron disputas y conflictos en la Iglesia”, de manera precisa la doctrina de Arrio quien “enseñaba que Jesús no es verdaderamente el Hijo de Dios”.

“Se trataba del centro de la fe cristiana, es decir, de la respuesta a la pregunta decisiva que Jesús había planteado a los discípulos en Cesarea de Filipo: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy?» (cf. Mt 16,15)”

La respuesta de los Padres conciliares

En respuesta los Padres conciliares en Nicea “confesaron que Jesús es el Hijo de Dios en cuanto es «de la misma sustancia (ousía) del Padre […] generado, no creado, de la misma sustancia (homooúsios) del Padre». Con esta definición se rechazaba radicalmente la tesis de Arrio. Para expresar la verdad de la fe, el Concilio usó dos palabras, “sustancia” (ousía) y “de la misma sustancia” (homooúsios)”

El Pontífice resalta también del “Credo de Nicea, el verbo bajó«descendió»”, y “la afirmación bíblica «se hizo carne»”. Y explica que “Nicea toma así distancia de la falsa doctrina según la cual el Logos habría asumido sólo un cuerpo como revestimiento exterior, pero no el alma humana, dotada de entendimiento y libre albedrío. Al contrario, quiere afirmar lo que el Concilio de Calcedonia (451) declararía explícitamente: en Cristo, Dios ha asumido y redimido al ser humano entero, con cuerpo y alma. El Hijo de Dios se hizo hombre —explica san Atanasio— para que nosotros, los hombres, pudiéramos ser divinizados”.

“La divinización no tiene nada que ver con la auto-deificación del hombre. Por el contrario, la divinización nos protege de la tentación primordial de querer ser como Dios (cf. Gn 3,5). Aquello que Cristo es por naturaleza, nosotros lo llegamos a ser por gracia”

La profesión de fe hoy

En su reflexión, León XIV advierte que “hoy, para muchos, Dios y la cuestión de Dios casi ya no tienen significado en la vida. El Concilio Vaticano II recalcó que los cristianos son al menos en parte responsables de esta situación, porque no dan testimonio de la verdadera fe y ocultan el auténtico rostro de Dios con estilos de vida y acciones alejadas del Evangelio”.

Y con el Credo de Nicea invita a un examen de conciencia: ¿Qué significa Dios para mí y cómo doy testimonio de la fe en Él? ¿Es el único y solo Dios realmente el Señor de la vida, o hay ídolos más importantes que Dios y sus mandamientos?, entre otras preguntas

“En el centro del Credo niceno–constantinopolitano destaca la profesión de fe en Jesucristo, nuestro Señor y Dios. Este es el corazón de nuestra vida cristiana. Por eso nos comprometemos a seguir a Jesús como Maestro, compañero, hermano y amigo”

El valor ecuménico de Nicea

También en la Carta el Papa reconoce que “el Concilio de Nicea es actual por su altísimo valor ecuménico”. Enumerando algunos frutos: “compartimos de hecho la fe en el único y solo Dios, Padre de todos los hombres, confesamos juntos al único Señor y verdadero Hijo de Dios Jesucristo y al único Espíritu Santo, que nos inspira y nos impulsa a la plena unidad y al testimonio común del Evangelio”.

Exhortando también a que “la única Comunidad cristiana universal puede ser signo de paz e instrumento de reconciliación, contribuyendo de modo decisivo a un compromiso mundial por la paz”.

“Necesitamos un ecumenismo espiritual de oración, alabanza y culto, como sucedió en el Credo de Nicea y Constantinopla”

Y concluye el Papa León XIV con una oración invocando al Espíritu Santo: “… Indícanos los caminos que hay que recorrer, para que con tu sabiduría volvamos a ser lo que somos en Cristo: una sola cosa, para que el mundo crea. Amén.”

Se publicó primero como In unitate fidei: la Carta apostólica de León XIV sobre el Concilio de Nicea

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