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Madagascar, la Iglesia reza por la paz

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Comunicado de www.vaticannews.va —

Mientras en Antananarivo, entre represión y violencia, se celebraban otras manifestaciones de la «Generación Z» contra el Gobierno y la corrupción, la Iglesia local convocó para una jornada de oración y ayuno el pasado 11 de octubre. El cardenal Désiré Tsarahazana, detener el odio y las venganzas

Federico Piana – Ciudad del Vaticano

“Detengan la violencia, detengan el odio, detengan la venganza”

No hay televisión, redes sociales ni radio en Madagascar que, en estas horas, no retransmita la desesperación con la que el cardenal Désiré Tsarahazana implora a su pueblo que encuentre la manera de emprender el camino de la paz. Con un emotivo llamamiento, el arzobispo de Toamasina ha pedido a la policía que detenga la represión contra los miles de jóvenes que llevan muchos días manifestándose contra el Gobierno y la corrupción, y ha invitado a los chicos y chicas que han salido a la calle a evitar los saqueos y las provocaciones.

“En este momento tan difícil, debemos acercarnos cada vez más al Señor. Y debemos liberar nuestro corazón del apego al dinero que destruye nuestra vida”

Palabras vanas

Palabras que, por ahora, han caído en saco roto si se tiene en cuenta que ayer, en Antananarivo, capital del país, se repitió un guion que ya se ha consolidado desde hace varias semanas: más de mil jóvenes del movimiento «Generación Z» invadieron las calles de la capital malgache al grito de «dimisión, dimisión» contra el presidente, Andry Rajoelina.

Dura represión

Como ya es habitual, la reacción de la policía fue extremadamente dura: para dispersar a la multitud se utilizaron gases lacrimógenos e incluso balas y granadas aturdidoras. «Algunos vídeos grabados por los manifestantes muestran también a varios agentes agarrando a una chica y prendiéndole fuego al pelo. Pero también se ve a otros policías que golpean sin piedad con sus porras», denuncia a los medios de comunicación vaticanos monseñor Rosario Saro Vella, obispo de la diócesis de Moramanga.

“Puedo decirlo con certeza: todo se está degenerando, se está volviendo cada vez más grave”

Riesgo de guerra civil

Que tal vez la situación se haya salido literalmente de control lo demuestra la rapidez con la que, ayer, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos volvió, por segunda vez en poco tiempo, a condenar el uso desproporcionado de la fuerza por parte del Gobierno y a pedir que se respeten los derechos de libre asociación y reunión pacífica. Pero hay otro detalle explosivo que infunde temor por el futuro y que se esconde en las recientes declaraciones de algunos destacados representantes del ejército y la policía, que parecen indicar una profunda división institucional. Un preludio del posible estallido de una guerra civil.

«Muchos de ellos – revela monseñor Vella – dicen: no estamos de acuerdo con lo que están haciendo los políticos. Y también nos desmarcamos del comportamiento de muchos de nuestros compañeros gendarmes que están obedeciendo ciegamente órdenes que pisotean los derechos del pueblo».

La Iglesia como mediadora

La mediación de la Iglesia local, que desde el principio se ha propuesto desempeñar el complejo papel de pacificadora, sigue siendo difícil, entre otras cosas porque tanto el pueblo como el Gobierno tienen dificultades para encontrar un terreno común de diálogo. La gente, admite el obispo de Moramanga, está cansada de promesas incumplidas, está disgustada por no ver resueltos los problemas sociales y políticos que la afligen desde hace tiempo.

“Nuestra comunidad eclesial siempre ha estado cerca de la población porque comprende profundamente todas sus dificultades, todas sus necesidades. Respetando los roles y las funciones, la Conferencia Episcopal sigue siendo positivamente crítica con el Gobierno. Pero hasta ahora todo esto no ha servido de nada”

Santo Rosario, camino hacia la paz

Ante la imposibilidad de sentar a la mesa a las partes cada vez más beligerantes, los obispos han decidido convocar una movilización compuesta por oraciones y ayuno: «Hemos exhortado a todas las personas de buena voluntad, en particular a los católicos, a que se dirijan a la Virgen María para que nos conceda la paz. Y el camino mejor y más seguro es el rezo del Santo Rosario, oración del pueblo que León XIV nos ha indicado para este mes de octubre, tradicionalmente dedicado a la Virgen», explica monseñor Vella.

Pedir perdón

La dimensión que todas las diócesis han utilizado para organizar este gran evento ha sido la de la imaginación unida a la espontaneidad. Algunas comunidades han optado por una celebración penitencial, otras han decidido salir a la calle con una procesión compuesta por cantos litúrgicos y oraciones, y las escuelas católicas se han detenido para un momento de reflexión y meditación. Sin olvidar el ayuno, que monseñor Vella incluye entre los instrumentos eficaces para «pedir perdón al Señor por las culpas de todos. También por las de aquellos que han elegido la violencia como vía para hacer respetar el orden o afirmar sus propios derechos legítimos».

Se publicó primero como Madagascar, la Iglesia reza por la paz

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