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La última entrevista del cardenal Prevost sobre Francisco

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Comunicado de www.vaticannews.va — La última entrevista del cardenal Prevost sobre Francisco

Reproducimos lo que dijo el entonces cardenal Robert Prevost con motivo de la muerte del Papa Francisco, a quien había conocido cuando era arzobispo de Buenos Aires.

Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano

La coherencia, la autenticidad, el deseo de vivir el Evangelio y esa cercanía especial a los pobres y a los que sufren. Y luego el amor a la Iglesia, ese deseo de «darlo todo para servirla» y «su sentido de la responsabilidad». Son estos rasgos de la personalidad del Papa Francisco los que siempre han impresionado al cardenal Robert Prevost, elegido hoy 267º obispo de Roma con el nombre de León XIV. A los medios vaticanos, el religioso agustino confiesa que siempre le ha apreciado por su «auténtico corazón cristiano», su «generosidad», su «caridad» y su «deseo de vivir esta dimensión del Evangelio hasta estos últimos días».

Los encuentros en Argentina

Conmovido, el cardenal compartió su recuerdo personal del Pontífice. Cuenta que conoció a Jorge Mario Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires, describe algunos aspectos de su carácter y enumera anécdotas. «Siempre tuve la impresión de un hombre que quería vivir el Evangelio con autenticidad, con coherencia», dice. «En los tiempos en que yo era prior general de los agustinos, varias veces, durante las visitas a mis hermanos en Argentina, cuando él era todavía cardenal, tuve la oportunidad de conocerle y hablar con él, de manera informal y sobre cuestiones más institucionales». Elegido Papa, Francisco celebró su primera misa pública, el 13 de marzo de 2013, en la parroquia de Santa Ana del Vaticano, confiada a la atención pastoral de los religiosos agustinos, y en esa ocasión Prevost volvió a encontrarse con él. «Me pregunté si se habría acordado de mí y cuando llegó y entró en la sacristía, al verme, me reconoció inmediatamente y empezamos a hablar». Un diálogo, el del entonces Prior General de la Orden de San Agustín, que continuó. «Como mi mandato llegaba a su fin ese mismo año, pensamos en invitar al Santo Padre a presidir, el 28 de agosto, la misa de apertura del Capítulo General» en la basílica de San Agustín en Campo Marzio, Roma. Bergoglio, «para sorpresa de todos», aceptó encantado. Conocía bien esa iglesia, porque cuando venía a la capital, como cardenal, siempre se alojaba cerca, en la Casa del Clero, en Via della Scrofa, e iba a rezar a la tumba de Santa Mónica, que allí se conserva.

La preocupación del Papa por el pueblo peruano

Poco más de un año después, el 3 de noviembre de 2014, Francisco nombró a Prevost administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo (Perú) y, posteriormente, obispo. Como pastor de ese pequeño rebaño en la región de Lambayeque, el religioso agustino seguía encontrándose con el Papa, quien siempre le expresaba su preocupación por ese pueblo. «Me preguntaba: “¿Cómo estás? ¿Cómo van las cosas?”». «Dio tanto a la Iglesia, sus gestos de cercanía hablan con tanta elocuencia». Prevost también recuerda la visita apostólica de Francisco a Perú en 2018, y a aquella mujer ciega de 99 años de su diócesis que llegó a Trujillo porque quería tener contacto con el Pontífice. «Él se bajó del coche, se acercó a ella y la saludó. Nos dejó muchos ejemplos así; en su hermosa humanidad, quiso vivir el Evangelio y transmitir el Evangelio», remarcó el cardenal. También destacó la alegría de Bergoglio, la misma que transpira la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium «sobre el anuncio del Evangelio en el mundo de hoy», «que nos hace recordar lo que dice el Evangelio, y lo que repetimos en este tiempo pascual: vivir la alegría del Evangelio, de la fe, de reconocer a Jesucristo».

Cerca de los últimos

El pensamiento del cardenal Prevost se remonta también al primer viaje apostólico del Papa Francisco, a Lampedusa, a su «cercanía a los migrantes, hasta estos últimos meses, incluso cuando escribió», en febrero pasado, aquella carta a los obispos de Estados Unidos «sobre la importancia de estar cerca de los que sufren y de tener el corazón de Jesucristo», cuando se puso en marcha el programa de deportación masiva de inmigrantes ilegales y refugiados. A continuación, el cardenal menciona la última visita del Papa al Regina Coeli, el Jueves Santo, un gesto que «lo dice todo: su deseo de ir, a pesar de los muchos problemas de salud, de las dificultades que tenía, para hacer como cada año, para celebrar este día tan importante en la vida de la Iglesia con los presos, y comunicar así esta cercanía, este amor que Jesús nos dejó a todos».

Una cita semanal

Con el Papa Francisco, pues, Prevost, como prefecto del Dicasterio para los Obispos, tuvo una cita fija durante dos años, todos los sábados por la mañana. «Hasta el final, quiso darlo todo a su ministerio, a su trabajo, a su servicio en la Iglesia», continuó el cardenal, hablando de su encuentro semanal con el Pontífice. «Al principio era a las 8 de la mañana. Pero a veces llegaba a las 7.30 y ya me estaba esperando, así que empecé a ir un poco antes y a veces se anticipaba». Se trataban temas importantes, pero Francisco añadía a menudo una recomendación: «Me decía, entre otras cosas, al final de la audiencia: “No pierdas el sentido del humor, tienes que sonreír”». Prevost recuerda la oración de Santo Tomás Moro, repetidamente citada por el Papa para exhortar a seguir adelante en «cosas de gran responsabilidad, con gran confianza en la gracia del Señor». Francisco no escatimaba «en el servicio a la Iglesia», prosigue Prevost, precisando que el Pontífice estaba siempre «muy bien informado de las cosas». «Muchas veces, antes de que yo llegara, había estudiado los asuntos, sabía qué decisiones quería tomar. Seguía realmente no sólo el trabajo del Dicasterio para los Obispos, sino también -lo sé por conversaciones con varios prefectos- de los otros dicasterios». Amaba mucho a la Iglesia y «llevar a cabo lo que comprendía formaba parte de su misión. Era incansable, incluso en estas últimas semanas tras su hospitalización. Cuando regresó a Santa Marta, tuvimos algunos encuentros, y en esas ocasiones pude ver lo valiente que era; lo daba todo por servir a la Iglesia».

La iglesia siempre debe ser reformada

En su pontificado «nos ha transmitido a todos este espíritu de querer continuar lo que comenzó con el Concilio Vaticano II, la necesidad de renovar siempre la Iglesia, ser eliminado siempre», reflexiona el cardenal agustino, recordando las respuestas que dio Bergoglio en una entrevista sobre la gran asamblea deseada por Juan XXIII. «Queda mucho por hacer, hay que continuar. «Un espíritu, una actitud fundamental para todos nosotros; -dice Prevost- no podemos detenernos, no podemos volver atrás. Tenemos que ver cómo quiere el Espíritu Santo que sea la Iglesia hoy y mañana, porque el mundo de hoy, en el que vive la Iglesia, no es el mismo que el de hace diez o veinte años», considera el purpurado. «Por lo tanto, -prosigue- el mensaje es siempre el mismo: anunciar a Jesucristo, anunciar el Evangelio, pero la manera de llegar a la gente de hoy, a los jóvenes, a los pobres, a los políticos, es diferente». Prevost subraya que el Papa ha dejado un mensaje fuerte a las autoridades del mundo y que es necesario ir «hacia adelante».

Una Iglesia pobre que camina con los pobres

Entre las enseñanzas que ha dejado Francisco, es necesario, sobre todo, atesorar «el amor por los pobres», señala a continuación el cardenal, su querer «una Iglesia pobre, que camine con los pobres, que sirva a los pobres». «Creo que el mensaje del Evangelio se entiende mucho mejor desde la experiencia de los pobres, que no tienen nada, que intentan vivir la fe y lo encuentran todo en Jesucristo. Creo que en este sentido el Papa ha dejado un ejemplo muy grande para el mundo. A mí, personalmente, me lo ha dejado, por mi trabajo como obispo en Perú, como misionero, y por muchas otras cosas».

Reflexión y gratitud

Pero, ¿cómo recoger el legado del Papa Francisco? «Difícil de responder» pocas horas después de la muerte del Pontífice, reconoce con objetividad Prevost. «Personalmente creo que este periodo de pérdida, de tristeza, debe ser vivido, en primer lugar, en silencio, con una profunda reflexión, gratitud. Yo, al menos, necesitaré mucho tiempo para apreciar, para comprender verdaderamente, lo que el Papa me ha dejado a mí, a la Iglesia y al mundo», concluye el Prefecto del Dicasterio para los Obispos. Para el Cardenal Prevost es necesario «vivir este momento, como el Sábado Santo, aunque ya hayamos celebrado la Resurrección de Cristo», vivir este gran misterio que es la vida como el Papa Francisco ha querido enseñarnos.

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