En los restos destrozados de una parroquia ortodoxa de Ucrania (OCU) en Crimea. Su pan de oro se empañó, la imagen de Cristo mira hacia afuera, un testigo silencioso de la borrado sistemática de la identidad religiosa en los territorios ocupados de Rusia. Esta escena, relatada por el Dr. Serhii Shumylo En la Conferencia de la Universidad de Exeter de abril, encapsula una realidad sombría: en Ucrania, la guerra no solo se libera con artillería, sino con ideología, coerción y la arma de la fe.
La doctrina del «mundo ruso»: retórica sagrada, delitos seculares
El Dr. Shumylo, historiador y experto en libertad religiosa, presentó hallazgos de su investigación en el Límites de restricciones Conferencia, conjunta por la Fundación MEJORA y la Facultad de Derecho de Exeter. Su artículo diseccionó la paradoja de la guerra de Rusia: mientras el patriarcado de Moscú enmarca la invasión como una defensa «sagrada» del «santo rus» ortodoxo contra un «oeste satánico», las tropas rusas destruyen sistemáticamente las comunidades cristianas en Ucrania.
Los números son asombrosos. Desde 2022, más de 640 edificios religiosos han sido dañados o destruidos, incluidas 596 iglesias cristianas. Las fuerzas rusas convierten habitualmente las iglesias incautadas en bases militares o oficinas administrativas, una táctica que convierte los espacios sagrados en instrumentos de ocupación. La Iglesia Ortodoxa de Ucrania (OCU), independiente de Moscú, ha sido particularmente dirigida: para 2024, las 45 parroquias de Crimea fueron erradicadas, con muchas iglesias demolidas o reutilizadas. Una iglesia OCU en Novoazovsk incluso se convirtió en una morgue.
«Esto no es solo daños colaterales», argumentó Shumylo. «Es una limpieza espiritual: un esfuerzo deliberado para borrar la identidad ucraniana a través de la destrucción de sus fundamentos religiosos y culturales».
Persecución más allá del cristianismo: una crisis multi-fe
La represión se extiende mucho más allá del cristianismo ortodoxo. Los testigos, musulmanes, católicos y protestantes de Jehová enfrentan detención arbitraria, tortura y lealtad forzada a las instituciones alineadas en ruso. A principios de 2025:
- 14 testigos de Jehová Permanecer encarcelado en Crimea por cargos de «extremismo» fabricados.
- Musulmanes de Crimea particularmente los miembros del Mejlis (un Consejo Cultural Tártaro), soportar redadas y encarcelamiento masivo bajo falsas acusaciones de terrorismo. Más de 350 han sido detenidos desde 2022, con muchos sometidos a tortura y negación de la oración.
- Comunidades bautistas no registradas se presionan para someterse al registro estatal ruso, violando su principio de resistir la interferencia del gobierno en asuntos de fe.
La Alianza Internacional para la Libertad de Religión y la Creencia (Alianza del Artículo 18) ha documentado cómo las autoridades rusas explotan las leyes anti-extremismo para criminalizar la disidencia. Por ejemplo, un pastor protestante en Luhansk fue arrestado después de una carta falsificada, plantada durante una redada, abuso su congregación de trazar «resistencia armada». Tales tácticas espejo Represión de la era soviéticadonde la evidencia fabricada justificaba la erradicación de la vida religiosa.
Clero como garantía: asesinato, tortura y desaparición
Entre las cuentas más desgarradoras se encuentra el destino del clero de Ucrania. Más de 67 líderes religiosos han sido asesinados desde 2022, incluyendo:
- Padre Stepan Podolchak (OCU), secuestrado y torturado hasta la muerte en 2024.
- Archimandrite Christopher (Khrymli) y Sacerdote Andriy Chuy detenido y deportado ilegalmente.
- Sacerdote Serhii Chudynovych quien soportó amenazas de violación y represalias familiares después de su secuestro.
Las fuerzas rusas a menudo apuntan al clero por su papel simbólico como líderes comunitarios. Los sacerdotes están acusados de «colaboración con la inteligencia ucraniana» o «propaganda antirrusa», cargos que enmascaran los esfuerzos para silenciar la disidencia. Incluso aquellos que sobreviven enfrentan opciones imposibles: los sacerdotes en los territorios ocupados están presionados para renunciar al idioma ucraniano en liturgias, una demanda que ataca al corazón de la identidad nacional y espiritual.
Marcos legales versus realidad en el suelo
La ley internacional de derechos humanos, incluido el artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, garantiza la libertad de religión. Sin embargo, en los territorios ocupados de Rusia, estas protecciones están anuladas. La influencia del patriarcado de Moscú asegura que solo las iglesias alineadas rusas, principalmente la Iglesia Ortodoxa Rusa (ROC), se les permita operar. Otras comunidades deben disolver o someterse al control ROC, un proceso impuesto por los centros religiosos respaldados por FSB.
El Dr. Shumylo destacó la ironía: «El mismo estado ruso que afirma defender a los cristianos ortodoxos en el extranjero los está diezmando en Ucrania». Esta contradicción subraya cómo los regímenes autoritarios arman la identidad religiosa para justificar la conquista territorial e ideológica.
Voces de las sombras: resistencia y resistencia
A pesar de la brutalidad, surgen historias de desafío. En Kherson, un grupo de feligreses de OCU se reunió en secreto en un sótano para celebrar la Pascua de 2024, desafiando las prohibiciones sobre la adoración en idioma ucraniano. En Sevastopol, una mujer testigo de Jehová describió contrabandear himnos escritos a mano en prisión para compartir con otros detenidos.
Estos actos de resistencia desafían la narrativa del dominio ruso. Como un sacerdote ucraniano anónimo dijo a los investigadores: «Pueden tomar nuestros edificios, encarcelar a nuestros líderes, incluso matarnos. Pero no pueden robar nuestra fe».
Conclusión: un llamado a la conciencia global
La conferencia terminó con una pregunta inquietante: ¿puede sobrevivir la libertad religiosa en tierras donde la fe se reduce a una herramienta del imperio? La respuesta se encuentra no solo en Ucrania sino en la respuesta global a su crisis.
Organizaciones como USCIRF y la Alianza del Artículo 18 instan a la responsabilidad, sanciones contra los perpetradores, la presión sobre el patriarcado de Moscú y el apoyo a las comunidades religiosas desplazadas. Sin embargo, la lección más amplia trasciende la política: cuando se politiza la fe, las víctimas no son solo creyentes, sino la idea misma de la religión como una fuerza para la paz.
Como concluyó el Dr. Shumylo, «esta guerra no se trata de ortodoxia. Se trata de poder. Y el poder, cuando afirma la autoridad divina, se convierte en el ídolo más peligroso de todos».
Publicado anteriormente en The European Times.