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Olena, de Italia a Ucrania para estar junto a quienes mueren en el frente

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Comunicado de www.vaticannews.va — Olena, de Italia a Ucrania para estar junto a quienes mueren en el frente

«Dios nos ha dado la posibilidad, incluso aquí en el frente, de alabar a Jesús, que debe nacer en el corazón de cada persona». Es el pensamiento de esta médica ucraniana de cuarenta años que, desde el inicio de la guerra a gran escala, ayuda a salvar las vidas de los soldados de su país.

Svitlana Dukhovych – Ciudad del Vaticano

Desde 2008, Olena vivía en Italia. Tras siete años, había regresado a Ucrania para luego volver nuevamente a Italia. Sin embargo, al inicio de la guerra a gran escala, sintió con claridad que su lugar estaba en casa. La mañana que comenzó la invasión, fue su madre quien la llamó. «Hija mía, ha empezado la guerra entre nosotros», le dijo por teléfono. Sin vacilar, Olena respondió: «Mamá, vengan conmigo». Pensaba también en su hermano y en sus hijos pequeños. Pero la respuesta fue firme: «No, hija mía, no iremos a ninguna parte desde aquí». Esas palabras se convirtieron para ella en una llamada interior.

Empezó a prepararse de inmediato para partir, a pesar de las dificultades. «Decidí inmediatamente volver a casa, aunque no hubiera ningún medio de transporte», relata. Tras encontrar una furgoneta que la llevó hasta la frontera, prosiguió casi a pie hasta Leópolis. En dirección opuesta, se extendían filas interminables de personas que huían. Al llegar finalmente a casa, su madre recibió a Olena con asombro. «¿Por qué has venido?». La respuesta llegó con los hechos: el lunes siguiente, la mujer se presentó en la oficina de reclutamiento militar. Tras la espera, el 23 de marzo Olena partió hacia una brigada de nueva formación, en la cual presta servicio todavía hoy. Es médico militar, jefa de enfermería del departamento de evacuación. «Porque soy enfermera de formación», explica.

La fuerza que viene de Dios

Olena nunca tuvo dudas sobre su decisión. Sin embargo, la realidad del frente se reveló mucho más dura de lo que había imaginado. «El dolor humano es mucho más profundo de lo que pensaba. Ver cada día a personas gravemente heridas pone a prueba incluso a quien está preparado profesionalmente. Cuando ves a una persona sin brazos o sin piernas, ya es difícil. Pero cuando lo ves varias veces en el mismo día, se vuelve realmente pesado. Y esto es solo el principio». Olena sabe que para muchos heridos el camino será largo, marcado por más pruebas y sufrimientos. En medio de todo esto, reconoce una fuente de fuerza que va más allá de las capacidades humanas. «Es solo Dios quien me da tanta fuerza», afirma.

Brotan las alas

Para quien pasa días, semanas, meses e incluso años en el frente, no es sencillo encontrarse a sí mismo ni siquiera cuando se abre un espacio de pausa. Olena cuenta que en 2023 participó por primera vez en un proyecto de recuperación llamado Repotenciar. Incluso durante los diez días del programa, el descanso parecía inalcanzable. «Quizás era una forma de defensa», dice. «La mente sabe que tendrá que volver al frente y no te permite detenerte de verdad».

Las fuerzas para seguir adelante llegan de diferentes maneras: del llanto, del apoyo de los familiares —como una prima que vive en Italia— y de la fe. Hay momentos en los que, a pesar de todo esfuerzo, una persona muere. «En esos casos se te caen los brazos. Te preguntas ‘¿por qué?’. Nosotros hicimos todo lo posible hasta el último momento». Junto al dolor, sin embargo, Olena testimonia también momentos que define como verdaderos milagros. «Sucede que llega una persona sin signos vitales y, gracias a Dios y a las maniobras de reanimación, vuelve a la vida». En esos momentos nace una nueva energía. «Es como si te brotaran alas, y encuentras la fuerza para hacer aún más». La pérdida de compañeros y de héroes caídos pesa como una herida abierta, pero se compensa en parte con estos signos de esperanza. «Cuando una persona vuelve a la vida, comprendes que lo estamos haciendo todo de la manera correcta».

Caminar con la muerte al lado

Olena no oculta las lágrimas cuando la muerte irrumpe en el trabajo cotidiano. Los colegas lo saben: cada pérdida deja una huella profunda. «Es muy difícil —relata— porque hay quien pierde a un padre, quien a un hijo». Con el tiempo, las personas conocidas en el frente se han convertido en una verdadera familia. Vivir juntos las veinticuatro horas del día, durante meses y años, transforma las relaciones. «Cuando pierdes a personas así, aceptar la realidad es durísimo», confiesa.

La conciencia de la fragilidad acompaña cada jornada. «Un médico me dice siempre: ‘Sabes que no somos omnipotentes'». Olena sabe que la muerte no solo concierne a quien llega herido, sino también a quien cura. «Como mueren ellos, podría morir yo». En Ucrania, explica, no existe ningún lugar realmente seguro: en cualquier momento puede llegar un misil. Originaria de la región de Ternópil, recuerda con dolor el ataque ruso del 19 de noviembre, cuando un misil alcanzó un edificio mientras la gente dormía. Olena confía su vida en manos de la providencia. Varias veces, ella y sus colegas han salido de situaciones extremadamente peligrosas con heridas leves. «Probablemente Dios nos protege. Tiene planes para nosotros». Recientemente, el 9 de octubre, un bombardeo alcanzó su punto de estabilización (centro médico móvil). «Dos minutos antes yo había salido de allí. Después, todo quedó destruido».

«Gracias»

Olena recuerda con gran emoción a los heridos que ha ayudado en el frente. «No puedo recordarlos a todos, es muy difícil», confiesa. A veces los encuentra por casualidad, por ejemplo, en una oficina de correos: «Se acercan y dicen: ‘¡Buenos días! ¿No me recuerda?’. Y descubres que es alguien a quien yo había transportado tras una herida». Para ella, el momento más hermoso es cuando dicen: «Gracias». «No se puede expresar con palabras. Es algo muy noble».

El trabajo en el frente conlleva sufrimientos visibles y profundos. «Es fatigoso ver a una persona que pierde una mano o una pierna. Pero lo más duro para mí es cuando los soldados pierden la vista. Cuando te traen a una persona herida que dice: ‘No veo nada. Quizás vea más tarde’, y tú ves las heridas y comprendes que no volverá a ver jamás… es muy duro porque no puedes consolarla».

Alabar el nacimiento de Jesús

La fe acompaña a Olena cada día en el frente. «Creo mucho en Dios. Y creía también antes de la guerra». Cuando se encuentra ante tragedias imposibles de aceptar, se dirige a Él: «A veces digo: ‘¿Por qué ese chico no sobrevivió? Era tan joven'». Sabe, sin embargo, que Dios tiene planes: «Es difícil de entender, pero Dios tiene sus proyectos».

El período de Navidad lleva a Olena a pensar en su familia. Ella siente el peso de la preocupación de ellos, pero protege su serenidad: «Me comunico a menudo por vídeo, pero no quiero contar todos los detalles para no hacerlos sufrir aún más». Su pequeña sobrina le ofrece fuerza con su inocente oración: «Tía, que Dios te proteja a ti y a todos los de allá». «La oración de los niños es muy importante», comenta. Incluso en guerra, Olena y sus compañeros encuentran momentos de esperanza y espiritualidad. «Cada año preparamos la poner (plato tradicional navideño en Ucrania). Un año incluso cantamos villancicos. Dios nos ha dado la posibilidad, también aquí, de alabar el nacimiento de Jesús, que debe nacer en el corazón de cada persona». Aun lejos del ambiente familiar de su hogar, Olena reconoce la gracia de estar con quienes se han convertido en su nueva familia: «Es un motivo de gran gratitud a Dios por esta oportunidad».

Se publicó primero como Olena, de Italia a Ucrania para estar junto a quienes mueren en el frente

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