Comunicado de www.vaticannews.va — ![]()
El vicario general del Patriarcado latino de Jerusalén habló con los medios vaticanos del drama que vive la población de Gaza y Cisjordania, y de la constante presencia de la Iglesia para satisfacer sus necesidades básicas. La fruta ha vuelto a los estantes de las tiendas, pero el 80 % de los edificios han sido destruidos. Hay hambre y desempleo, además de miedo. “Quizás no de inmediato, pero la esperanza del Salvador nos da la fuerza para creer que algo puede cambiar y renacer”
Cecilia Seppia y Jean-Charles Putzolu
Tierra Santa, donde nació el Príncipe de la paz, se prepara para vivir su tercera Navidad de violencia, pero la comunidad cristiana no se rinde. A Yenín, en Cisjordania, donde hace dos días, en un grave acto de vandalismo, jóvenes islámicos radicalizados incendiaron deliberadamente el árbol de Navidad, llegó ayer por la tarde monseñor William Shomali, vicario general del Patriarcado latino de Jerusalén, para inaugurar y bendecir el nuevo árbol, reconstruido con la ayuda de numerosos fieles. En declaraciones a los medios vaticanos, el prelado describió la situación en Gaza, hablando del drama y la destrucción visibles por doquier, pero también de la resiliencia de quienes decidieron quedarse, no solo por falta de alternativas: “Cuando entré a la Franja, la devastación era total. Dicen que el 80% de las infraestructuras y los edificios quedaron destruidos, y ¡es cierto! Quizás incluso más. Los que quedaron en pie y no se derrumbaron fueron acribillados a tiros. Hay vestigios de la guerra por todas partes, ventanas rotas, puertas sin paredes. La vida se ha vuelto aún más complicada. Pero a pesar de ello, la gente prefirió quedarse en sus casas o levantar una tienda de campaña junto a sus casas destruidas, en lugar de desplazarse a otro lugar. Vimos miles de tiendas de campaña, una tras otra, a menudo inundadas y cubiertas de barro. Junto al mar, en la playa, se ve basura por todas partes”.
Señales de normalidad
Es doloroso ver los escombros, que son una admonición constante sobre los efectos de la guerra. Se ve el miedo en los ojos de la gente, sobre todo porque el alto el fuego se viola con frecuencia. Pero, continúa monseñor Shomali, desde la tregua, algunos comercios han reabierto, una pequeña señal de normalidad: “Claro, cuando decimos comercio, no debemos pensar en un supermercado; son tiendas equipadas para vender productos o pequeños puestos en los que se venden manzanas, naranjas, plátanos y diversas verduras. Esto no era posible durante el conflicto, así que ahora la gente puede hacer sus compras, siempre que tenga dinero, pero faltando el trabajo, también falta el dinero. Luego están quienes intentan reconstruir con medios improvisados, por supuesto, pero no se quedan de brazos cruzados. Todos intentan renacer”.
El drama de Cisjordania
En cuanto a las carencias y las necesidades urgentes, el vicario general se centra en las condiciones higiénico-sanitarias de la población de Gaza, pero también de Cisjordania, otro territorio palestino afectado por el conflicto, donde, el 22 de diciembre, Israel autorizó la creación de 19 nuevos asentamientos, que la Liga Árabe condenó como “un claro desafío a la voluntad de la comunidad internacional, contraria a la expansión colonial, y una violación del derecho internacional”. “Lo que falta actualmente -enfatiza el obispo- son hospitales que funcionen y estén bien equipados. En los dos hospitales que visitamos, observamos una grave escasez de medicamentos, especialmente antibióticos, que se han convertido en un bien escaso. Gaza ha sido el centro de atención últimamente, pero Cisjordania, otro territorio palestino, también ha sufrido mucho en los últimos años. Sobre todo en el norte de Cisjordania, en Yenín y Tulkarem, dos campos de refugiados, que albergaban a 40.000 desplazados, han sido desocupados y destruidos. La falta de permisos para trabajar en Israel y la falta de clientes y oportunidades laborales han dejado a cientos de personas en dificultades y sin empleo, empujando así a muchas familias a la pobreza”.
La presencia de la Iglesia
“Es necesario -añade monseñor Shomali- que la Iglesia también se movilice para ayudar a las familias sin ingresos. Cada parroquia debe atender a los pobres. Y cuando no pueden, recurren al Patriarcado latino. Tenemos un comité de ayuda humanitaria para pagar el alquiler de las casas, los servicios hospitalarios, los medicamentos, los cupones de alimentos y las cuotas escolares y universitarias. Cuando no se tiene dinero, se necesita todo, se vive en constante pobreza. Pero aquí también falta el dinero. Se había observado un regreso de las peregrinaciones, digamos entre el fin de la pandemia de COVID-19 y 2023, luego todo se detuvo de nuevo. Hace unas semanas, hubo un pequeño indicio de regreso de algunos grupos pequeños; otros vendrán después o antes de Pascua. Pero, por ahora, el 85% de los hoteles de Belén están vacíos y los empleados están en casa sin sueldo”. Le preguntamos a monseñor William Shomali cómo hacer para proclamar el nacimiento del Salvador, el Príncipe de la paz, a estas poblaciones debilitadas por el hambre y la guerra y destrozadas en sus afectos. “Cuando la paz no existe -dice el prelado-, queda la esperanza de que la paz llegará. La esperanza nos da la fuerza para reconstruir. Tenemos la esperanza de que la paz llegará, quizás no de inmediato, ni mañana, ni siquiera en un mes, pero sabemos que las situaciones que parecen imposibles se hacen posibles con la gracia de Dios. Y esta esperanza nos llena”.
Se publicó primero como Shomali: Cuando no hay paz, queda la esperanza de alcanzarla


