Comunicado de www.vaticannews.va —
Tras una suspensión de dos años a causa de la guerra, la tradicional iniciativa navideña promovida por la Custodia de Tierra Santa tuvo lugar ayer en la ciudad del Nacimiento de Jesús. El padre Ibrahim Faltas: “Nuestros niños no han sufrido tanto como los de Gaza, pero también han sufrido: han visto la guerra, a sus padres sin trabajo y a tantas familias marcharse de Belén. No queremos rendirnos. Queremos que la vida vuelva a recomenzar”
Giordano Contu – Belén
La esperanza nace con un pequeño paso. Ayer, lunes 22 de diciembre, este paso comenzó con los niños de Belén. La Marcha de los niños por la paz volvió a recorrer las calles de la ciudad donde nació Jesús. Esta marcha, promovida por la Custodia de Tierra Santa, es una oración por todo el planeta, desgarrado por más de 50 conflictos, muchos de los cuales son olvidados por su lejanía y su escasa difusión mediática. Los pasos de estos niños y jóvenes palestinos, tanto cristianos como musulmanes, son una petición a los poderosos de la tierra: “Difundamos la paz, protejamos la inocencia” y “Un niño sin guerra… un futuro lleno de esperanza”, se leía en algunas de las pancartas.
Un signo de esperanza
“Cada año, antes de Navidad, organizamos esta Marcha por la paz. En los últimos dos años, no la hemos podido realizar a causa de la guerra. En 2025, decidimos reanudarla. Por eso, adquiere un significado aún más fuerte: es un signo de esperanza”, declaró el padre Ibrahim Faltas, fraile franciscano de la Custodia de Tierra Santa, a los medios vaticanos. “Tras dos años sin árboles de Navidad, sin celebraciones, queríamos devolverles la sonrisa a los niños. Nuestros niños no han sufrido tanto como los de Gaza, pero también han sufrido: han visto la guerra, a sus padres sin trabajo y a tantas familias marcharse de Belén. No queremos rendirnos. Queremos que la vida vuelva a recomenzar, que los peregrinos regresen aquí, que el mundo no olvide a Belén ni Tierra Santa”.
Reavivar la sonrisa de los pequeños
La Marcha por la paz es una tradición que se ha mantenido durante más de 25 años. La iniciativa surge del proyecto “Niños sin fronteras”, creado para educar a niños palestinos e israelíes, judíos, cristianos y musulmanes, sobre el deporte, el encuentro y el respeto. Hoy en día, aproximadamente 600 jóvenes participan en las zonas de Belén, Jericó, Taybeh, Beit Sahour y Beit Jala, tanto cristianos como musulmanes, creyentes y laicos. “Desde el principio, fue un proyecto abierto a todos los niños, porque nació bajo el signo de la esperanza”, reiteró el fraile franciscano. El objetivo de esta iniciativa es fortalecer en los jóvenes la convicción de que la paz en esta Tierra es posible. Al observar a estos niños, el padre Faltas habla con claridad y pasión: “El mensaje de esta marcha es aún más fuerte hoy, porque reaviva sonrisas donde se han apagado durante demasiado tiempo”.
Una promesa que cumplir
La paz no es una palabra abstracta; es la exigencia de una promesa que cumplir, una necesidad concreta. Este es el mensaje de Belén al mundo. Con la conclusión del Jubileo de la Esperanza, esta promesa cobra mayor significado, como explica el padre Raffaele Tayem, párroco de la iglesia latina de Belén: “La esperanza no defrauda, y Dios sigue obrando en la historia incluso cuando esta parece contradecirlo. Para nosotros en Oriente Medio, el sufrimiento no es un tema de conversación; es una realidad que moldea a las personas, las familias y los jóvenes. Y precisamente aquí, el Jubileo se convierte en un llamado fuerte a la conciencia global: a no acostumbrarse al mal, a no normalizar la guerra, a no considerar inevitable lo que destruye. El Jubileo nos invita a hacer gestos concretos: cercanía, reconciliación posible, sanación de heridas interiores, educación de los jóvenes, apoyo a las familias”.
En el camino de la reconciliación
La Marcha por la paz de los niños de Belén, que no se reduce a un lema, llama a retomar un camino de reconciliación. “Hoy -prosigue Tayem-, hablar de paz significa ante todo decir la verdad: la paz no es solo la ausencia de disparos. La guerra puede incluso detenerse, pero eso no significa que haya paz. El mal sigue presente: niños sin hogar, corazones oprimidos, heridas profundas difíciles de sanar, personas que sufren, hogares con camas vacías debido a la emigración de jóvenes, a la pobreza y a la disgregación de las familias”. ¿De dónde puede recomenzar la reconciliación? “Diría que de la fragilidad de un Niño acostado en un pesebre. Desde Belén se sigue lanzando un llamado al mundo: la paz solo es posible cuando ponemos la dignidad humana y el valor de la vida en el centro. La paz nace cuando el otro deja de ser una idea o un enemigo abstracto y vuelve a ser una persona, con un nombre, una historia y una dignidad, y cuando se deja de usar a la persona y amar las cosas, para amar a la persona y usar las cosas”.
Se publicó primero como Belén. Regresa la Marcha de los niños por la paz




