Comunicado de www.vaticannews.va —
El misionero Federico Gandolfi describe una situación dramática de un pueblo que clama justicia, diálogo y futuro. “La paz aquí, lamentablemente, no es aquella invocada por León XIV, desarmada y desarmante”
Francesca Sabatinelli – Ciudad del Vaticano
En Sudán del Sur faltan las bases para lograr la paz que su pueblo necesita, pero que ni siquiera ha conocido jamás, porque una paz verdadera, estable, basada en la justicia, el diálogo y el futuro, nunca ha existido. El padre Federico Gandolfi, misionero de los frailes menores, es testigo de la dramática realidad en este país del África centro-oriental, marcada por la guerra y el deseo de paz, el tribalismo y el sentido de nación, la desesperación y la esperanza y, sobre todo, por una miseria sin igual en el mundo. Gandolfi vive allí desde 2015. Apenas cuatro años antes, en el 2011, nacía Sudán del Sur como Estado, el más joven del mundo, pero también el más pobre.
La sanidad colapsada
Desde el 2018 se mantiene el frágil acuerdo que puso fin al conflicto iniciado en el 2013. Un espejismo de paz puesto en riesgo en los últimos meses por enfrentamientos étnicos y políticos entre fuerzas gubernamentales y grupos armados. La violencia ha agravado también la situación sanitaria, con decenas de miles de casos de cólera, hepatitis, viruela, además de un aumento drástico de la malaria y la neumonía. La violencia, la crisis humanitaria y sanitaria, la inseguridad alimentaria y los fenómenos climáticos extremos impiden que la población acceda a medios de subsistencia y a servicios esenciales como agua, saneamiento, educación y salud.
Hace apenas unos días, Médicos Sin Fronteras – que el pasado 3 de mayo sufrió un ataque aéreo contra su hospital en Old Fangak – denunció el aumento de agresiones a instalaciones, el desplazamiento masivo provocado por el conflicto y la absoluta insuficiencia de recursos en los centros de salud. “Hospitales, centros de salud y comunitarios han sido abandonados incluso por su propio personal”, denuncia la organización, que habla de un “colapso del sistema sanitario del país”.
Saqueos e inundaciones
“Falta todo para llevar a cabo un verdadero proceso de paz que garantice – explica el misionero – una vida digna a millones de habitantes. La población vive resignada. Muchos jóvenes, incluso menores, son reclutados; los niños se convierten en soldados; las mujeres y los más pequeños son la mayoría de las víctimas; y la población está agotada”.
Gandolfi, tras varios años en la capital Yuba, vive ahora en Wau, en Bahr al-Ghazal Occidental.
Lo que sucede en el momento de la cosecha da la medida de la situación: “Los ejércitos, oficiales o no, llegan a los pueblos y lo saquean todo, robando lo que durante meses la gente ha cultivado con sudor y esfuerzo”.
A esto se suman las inundaciones que devastan zonas ya destruidas por la guerra, y en algunos casos el agua no se retira durante 4 o 5 años, haciendo imposible la vida.
“El país intenta levantarse, se están probando nuevas técnicas agrícolas, se busca cambiar el tipo de producción”, pero luego se vuelve a combatir y a morir. Esto ocurre en varios de los diez estados que componen Sudán del Sur, donde se enfrentan hombres de las dos tribus principales: los dinka, en el gobierno con el presidente Salva Kiir, y los nuerdel exvicepresidente Riek Machar, cuya detención en marzo abrió una grieta en el acuerdo del 2018 y volvió a poner al país al borde del abismo.
En esos estados hay varios campos de la ONU, “con miles de personas que hasta ahora han vivido principalmente gracias a la ayuda humanitaria, la cual ha disminuido drásticamente con los recortes de la administración Trump. Durante varios años, el PMA (Programa Mundial de Alimentos de la ONU) alimentó a más del 52% de la población, dando comida a casi 5 millones de personas”.
La oleada de refugiados
Con todo esto desapareciendo, ¿qué será del pueblo, cuyo ya miserable sustento se ve amenazado además por la llegada de refugiados que huyen de la guerra en Sudán, entre las fuerzas armadas sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido, conflicto que ya no está limitado a Jartum, sino que se ha extendido a todo el país?
Millones de personas sufren la crisis humanitaria
Wau, donde vive el misionero, es una gran aldea de tránsito. Hasta hace unos años había una línea ferroviaria que la conectaba con Jartum. Era una zona de comercio donde convergían distintos grupos étnicos, hasta 2016, cuando fue golpeada por la guerra que lo destruyó todo, empezando por las infraestructuras.
Se estima que en este 2025 casi nueve millones trescientas mil personas necesitarán ayuda humanitaria, a las que se suman unos dos millones de desplazados por la violencia y los cambios climáticos.
Se publicó primero como Sudán del Sur: El país olvidado al borde del abismo