Comunicado de www.vaticannews.va — ![]()
Para los sirios, la Navidad es un momento para cultivar la esperanza, pero aún no es un acontecimiento alegre. Así lo subrayan los religiosos del país que, desde Alepo hasta Homs, relatan las preocupaciones y los temores de un pueblo que lucha por recuperar la normalidad. «También este año Jesús ha elegido nacer aquí —dice monseñor Jaques Mourad, arzobispo de Homs de los sirios—, haciéndose refugiado, pobre y sin hogar, solidario con quienes sufren».
Stefano Leszczynski – Ciudad del Vaticano
Siria se prepara para vivir su segunda Navidad desde la huida del expresidente Bashar al-Assad a Rusia. Es un momento especial para todo el país, que con esfuerzo y entre infinitas dificultades intenta crear un clima de reconciliación. Las calles de las principales ciudades sirias —cuenta monseñor Hannah Jallouf, vicario apostólico de Alepo de los latinos— están decoradas festivamente con el consentimiento de las autoridades, pero la situación económica sigue siendo difícil y la carestía de la vida afecta a todos, cristianos y no cristianos. «Recientemente —declara monseñor Hannah— las autoridades han subido el precio del gasóleo para la calefacción y también el de la electricidad. Estos costos llegan a absorber las tres cuartas partes del salario medio de un obrero».
La búsqueda de la normalidad
El invierno en Siria es notoriamente riguroso, sobre todo en el norte, y la nieve que ha cubierto de blanco las provincias alrededor de Alepo representa un grave problema. En esta ciudad del norte vive una importante comunidad cristiana y la parroquia de San Francisco de Asís, con sus obras caritativas gestionadas por los frailes, es el principal punto de asistencia socio-sanitaria para toda la ciudadanía. Aunque los símbolos de las fiestas navideñas están presentes en casi todas las ciudades y pueblos, sobre todo donde hay presencia cristiana, no faltan las dificultades y los temores. «Intentamos devolver una apariencia de normalidad a la vida —explica el párroco, padre Bahjat Karakash— para volver a sentirnos humanos, pero bajo la superficie aún arde el fuego del miedo. Y esto genera sin duda una sensación de inestabilidad y un impulso migratorio que, por desgracia, no cesa nunca».
La cuestión migratoria
El fuerte descenso demográfico de Siria sigue siendo una realidad a pesar de las presiones internacionales para favorecer el regreso de los refugiados. «La gran esperanza de esta Navidad es que el Señor nos conceda una paz duradera —continúa monseñor Hannah Jallouf— porque la gente necesita estabilidad para decidir volver al país, necesita trabajo y seguridad». La paz y la prosperidad son los deseos recurrentes en todas las confesiones del cristianismo sirio, así como en la mayoría de las comunidades musulmanas del país. «Pero la amenaza fundamentalista sigue siendo apremiante», dice el vicario apostólico de Alepo. «El país sigue dividido en zonas controladas por fuerzas que se oponen a la reconciliación», explica el padre Bahjat, recordando el atentado que recientemente afectó a los militares estadounidenses de la Guardia Nacional en la zona de Palmira, causando tres muertos.
Mantener la atención Internacional
«Siria está llena de esperanza —precisa el párroco de Alepo—, pero existe la sensación generalizada de que la atención internacional sobre el sufrimiento de nuestro pueblo ha disminuido. La solidaridad internacional, en cambio, sigue siendo fundamental para el pueblo sirio y la imagen excesivamente optimista que dibuja Occidente parece no tener en cuenta las incertidumbres que aún marcan al país. Nuestra tarea como cristianos —concluye el padre Bahjat— es difundir la palabra de la reconciliación y, sin duda, necesitamos el apoyo de toda la Iglesia universal para poder cumplir con nuestra tarea».
Una Navidad discreto
Esperanza y solidaridad son los dos sustantivos que mejor describen la Navidad que los cristianos de Siria se disponen a celebrar, explica monseñor Jaques Mourad, arzobispo de Homs de los sirios. «Hemos decidido intencionadamente mantener un perfil bajo durante estas fiestas, renunciando a muchos actos públicos, para demostrar nuestra solidaridad con todos aquellos que aún sufren en Siria, en particular en la comunidad alauita, pero también entre las familias cristianas que cuentan con muchas personas desaparecidas». Un sentimiento de empatía y compasión que parece ser el elemento unificador de todos los cristianos de Tierra Santa: «En nuestro pesebre, que mantiene en el fondo los símbolos del Jubileo de la esperanza —explica el padre Bahjat Karakash—, hemos decidido colocar una reproducción del pesebre de Belén. Palestina ha pasado por momentos muy difíciles este año. Esta es una forma de conectarnos también con ese sufrimiento, de recordar a nuestros hermanos que han sufrido los bombardeos en Gaza y, sin duda, también de conectarnos con Belén, que este año ha encendido el árbol de Navidad con la esperanza de un futuro mejor».
unidoidad con quienes sufren
«Para nosotros, los cristianos, este Nacimiento tiene un significado muy profundo —dice monseñor Mourad—. Jesús encarna nuestra humanidad sufriente y se solidariza con nosotros: ha elegido ser refugiado y pobre, como muchos de nosotros, no tiene hogar y padece el frío. Esta similitud con Él —continúa el arzobispo sirio-católico de Homs— representa un llamado para todos los cristianos a compartir las dificultades de quienes no tienen nada. Esta es la solidaridad que simboliza hoy la esperanza y el misterio de nuestra Iglesia».
Se publicó primero como Navidad en Siria entre dolor, fatiga pero también solidaridad


