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León XIV en el Te Deum: “Dios ama esperar con el corazón de los pequeños”

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Comunicado de www.vaticannews.va —

En las primeras vísperas de la solemnidad de Santa María Madre de Dios, este miércoles 31 de diciembre de 2025, el Santo Padre presidió el canto del Te Deum en acción de gracias por el año transcurrido y por el Jubileo, invitando a leer la historia desde el designio misericordioso de Dios y a oponer la esperanza evangélica a las lógicas de poder del mundo.

Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano

“La liturgia de las primeras vísperas de la Madre de Dios tiene una riqueza singular”, afirmó el Santo Padre al inicio de su homilía, pronunciada en la basílica de San Pedro durante la celebración, este miércoles 31 de diciembre de 2025, que culminó con el canto del Te Deum en acción de gracias por el año civil que concluye. Una riqueza que, explicó, brota tanto del misterio celebrado —la maternidad divina de María— como de su ubicación “justo al final del año solar”, cuando la Iglesia contempla el paso del tiempo bajo la bendición de Dios.

León XIV enfatizó que esta solemnidad, que cierra la Octava de Navidad, “cubre el paso de un año a otro y extiende sobre él la bendición de Aquel ‘que era, que es y que viene’”. En ese horizonte situó también el Jubileo recientemente concluido, celebrado “en el corazón de Roma, junto a la tumba de Pedro”, afirmando que el Te Deum “quiere expandirse para dar voz a todos los corazones y rostros que han pasado bajo estas bóvedas y por las calles de esta ciudad”.

La plenitud de los tiempos y el designio de Dios

Deteniéndose en la carta a los Gálatas, León XIV recordó las palabras de san Pablo: “Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer”, para señalar que el misterio de Cristo se inscribe en un “gran designio sobre la historia humana”. Un designio “misterioso, pero con un centro claro”, que el Papa describió como “una alta montaña iluminada por el sol en medio de un espeso bosque”: la “plenitud de los tiempos”.

Ese mismo término —“designio”—, acotó, resuena en el himno de la carta a los Efesios, donde se habla del proyecto de Dios de “recapitular en Cristo todas las cosas”. Frente a las incertidumbres del presente, el Obispo de Roma expresó la necesidad de “un designio sabio, benévolo y misericordioso”, “libre y liberador, pacífico y fiel”, como el que María proclama en el Magníficat: “De generación en generación, su misericordia se extiende sobre los que le temen”.

Entre los planes del mundo y la mirada de María

No obstante, advirtió, “otros planes, hoy como ayer, envuelven al mundo”: estrategias orientadas a “conquistar mercados, territorios y zonas de influencia”, frecuentemente “armadas” y “envueltas en discursos hipócritas, proclamas ideológicas y falsos motivos religiosos”. Ante estas lógicas, la Santa Madre de Dios —“la más pequeña y la más elevada entre las criaturas”— mira la realidad con la mirada de Dios, que “dispersa las tramas de los soberbios, derriba a los poderosos de sus tronos y eleva a los humildes”.

María, continuó el Pontífice, es la mujer con la que Dios escribió su Palabra “no imponiéndola, sino proponiéndola a su corazón”, y tras su “sí”, “la escribió con amor inefable en su carne”. En ella, dijo, “la esperanza de Dios se entrelazó con la esperanza de María”, descendiente de Abraham “según la carne y, sobre todo, según la fe”.

La esperanza de los pequeños que hace avanzar el mundo

Asimismo, el Sucesor de Pedro subrayó que “Dios ama esperar con el corazón de los pequeños”, y que lo hace “involucrándolos en su plan de salvación”. “Cuanto más hermoso es el plan, mayor es la esperanza”, afirmó León XIV, añadiendo que “el mundo sigue adelante así, impulsado por la esperanza de tantas personas sencillas, desconocidas pero no para Dios”, que creen en el mañana porque saben que “el futuro está en manos de Aquel que ofrece la mayor esperanza”.

Entre esos pequeños, el Papa recordó a Simón Pedro, el pescador de Galilea, sobre cuya fe el Señor edificó su Iglesia. “Seguimos aquí hoy rezando junto a su tumba”, dijo, constatando cómo durante el Año Santo peregrinos de todo el mundo han renovado su fe en Jesucristo.

El Jubileo y la vocación de Roma

El Jubileo, afirmó el Romano Pontífice, es “un gran signo de un mundo nuevo, renovado y reconciliado según el designio de Dios”, y Roma ocupa un lugar especial en este proyecto no por su poder, sino porque aquí “Pedro y Pablo y tantos otros mártires derramaron su sangre por Cristo”. Por eso, deseó que la ciudad “esté a la altura de sus más pequeños”: niños, ancianos solos, familias en dificultad y quienes llegan de lejos “con la esperanza de una vida digna”.

Acción de gracias y mirada al futuro

Al concluir, el Papa dio gracias “por el don del Jubileo” y por todos los que a lo largo de 2025 han servido a los peregrinos y han trabajado para hacer Roma más acogedora. Retomando un deseo del Papa Francisco, pidió que la ciudad, “animada por la esperanza cristiana”, permanezca al servicio del designio de amor de Dios sobre la familia humana, confiándolo todo a la intercesión de la Santa Madre de Dios, Salvación del pueblo romano.

Se publicó primero como León XIV en el Te Deum: “Dios ama esperar con el corazón de los pequeños”

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