Comunicado de www.vaticannews.va — ![]()
Las elecciones resultan estratégicas para determinar si Irak puede avanzar hacia una fase marcada por una agenda verdaderamente nacional. El peso de la política exterior y regional en las decisiones internas —sobre todo Estados Unidos, Irán y Turquía— es crucial.
Guglielmo Gallone – Ciudad del Vaticano
Irak votará mañana, martes 11 de noviembre. «Estas elecciones son las más importantes para Irak desde 2003», dijo el primer ministro Mohammed Shia al Sudani, la semana pasada, durante un acto electoral previo a la votación de mañana en la que Irak elegirá al nuevo parlamento, cuyos 329 representantes serán llamados a elegir al jefe de Estado y nombrar al primer ministro.
Un sistema electoral renovado
En efecto, estas elecciones revisten una importancia principalmente institucional: Irak celebra elecciones bajo un sistema electoral reformado, que pasa de un sistema de mayoría simple a un sistema proporcional basado en las provincias. Esto significa que los votantes ya no eligen a un único candidato en su distrito, sino que votan por una lista dentro de la macrocircunscripción correspondiente a su provincia de residencia.
Los escaños se distribuirán proporcionalmente a los votos recibidos por las listas, y no únicamente en función de sus victorias en pequeñas circunscripciones uninominales. El objetivo declarado es representar fielmente el voto real. En la práctica, el efecto podría favorecer a las coaliciones mejor organizadas.
¿Quién presenta?
En este sentido, cabe destacar el papel del movimiento cívico no confesional Tishrin, surgido de las protestas de 2019 y representado actualmente por una constelación de listas cívicas y candidatos independientes que rechazan la afiliación a los bloques sectarios tradicionales.
La ausencia del Movimiento Sadrista, liderado por Muqtada al-Sadr, es significativa: ha anunciado que boicoteará las elecciones, denunciando la corrupción y la falta de garantías. Su retirada abre el camino al «Marco de Coordinación», la alianza de los principales partidos chiíes cercanos a Irán (entre ellos el Estado de Derecho de Nouri al-Maliki y las formaciones políticas que representan a las Unidades de Movilización Popular), cuyo objetivo es consolidar su mayoría y confirmar al primer ministro al-Sudani.
Participación juvenil
El número de candidatos confirma que estas elecciones se consideran un hito político: más de 7700 candidatos se disputan 329 escaños, y hay aproximadamente 21 millones de votantes registrados. Más que ningún otro grupo, estas elecciones representan un desafío para los jóvenes, quienes parecen estar desilusionados con un sistema político aún inmaduro, principalmente debido a la corrupción, el desempleo y la deficiencia de los servicios públicos.
Sin embargo, lejos de rendirse, los jóvenes están haciendo oír su voz: el 40 % de los candidatos en las elecciones iraquíes son menores de 40 años, y el 15 % tienen entre 28 y 35 años, en comparación con un parlamento donde la edad promedio ronda los 55 años. La participación real será un indicador crucial porque, como han señalado diversos analistas, el verdadero desafío radica en generar confianza en un sistema que, hasta ahora, parece no haber logrado garantizar servicios, empleo y perspectivas a sus ciudadanos.
Incógnitas geopolíticas: Irán, Estados Unidos y Turquía
En última instancia, gran parte de la acción se desarrollará en los frentes regional e internacional. Irak es una encrucijada entre la influencia de Estados Unidos e Irán, así como de las tensiones que se extienden por todo Oriente Medio.
Precisamente debido a estas tensiones, que exigen una intervención estratégica en múltiples frentes, y como lo demuestra tanto la liberación de la investigadora ruso-israelí Elizabeth Tsurkov sin una compensación visible, como la suspensión de la integración formal de las Unidades de Movilización Popular (UMP) en las Fuerzas Armadas, el papel de Irán en Irak parece haberse reducido. Estados Unidos también parece haber limitado su presencia militar, a pesar de seguir utilizando sanciones y negociaciones destinadas a contener el alcance de las milicias proiraníes.
El resultado es que la política iraquí se desenvuelve en un espacio híbrido, en el que los líderes locales actúan como mediadores entre las presiones externas y las expectativas internas. En este ámbito, la infraestructura se está convirtiendo en un nuevo escenario de poder: así lo demuestra el ferrocarril Shalamcheh-Basra, que conecta Irán con el Golfo, o la reapertura del oleoducto desde el Kurdistán iraquí a Turquía, otro actor relevante en Irak, especialmente para la cuestión kurda.
¿Por qué las elecciones iraquíes son estratégicas?
Las elecciones iraquíes son, por lo tanto, estratégicas por al menos cuatro razones. Primero, para comprender si Irak puede avanzar hacia una fase marcada por una agenda verdaderamente nacional. Segundo, para calibrar la influencia de la política exterior y regional en las decisiones internas. Finalmente, para observar si surgen nuevos actores generacionales o independientes y, en consecuencia, evaluar cómo se negociará la formación del gobierno: en Irak, ganar las elecciones no implica automáticamente gobernar en solitario.
Se publicó primero como Irak vota a favor de renovar su parlamento de 329 escaños


