Comunicado de www.vaticannews.va — ![]()
Con motivo de su Jubileo, León XIV se reunió con los colaboradores permanentes de las delegaciones papales en el Vaticano, agradeciéndoles su valioso y arduo, compromiso de llevar la atención pastoral de toda la Iglesia incluso a regiones que atraviesan dificultades e inestabilidad particulares. Aclarando que la inculturación no es una actitud folclórica, los exhortó a no caer en el aislamiento, sino a ser «peregrinos de la esperanza».
Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano
Resistan la tentación de aislarse y lleven esperanza, especialmente donde la gente carece de justicia y paz. Esto fue lo que León XIV recomendó hoy, 17 de noviembre, en su discurso al personal diplomático de las Representaciones Pontificias, que celebraban su Jubileo. El Papa detalló este servicio a la Iglesia, que describió como particularmente arduo y que, por lo tanto, requiere un corazón ardiente por Dios y abierto a los hombres, además de estudio, abnegación y valentía.
En tiempos de conflicto y pobreza, siente el apoyo de la Iglesia.
Llevar la preocupación pastoral del Papa incluso en contextos difíciles significa “hacer presente a toda la Iglesia en todas partes”, explica León XIV, y precisa:
En los países donde trabajan, al encontrarse con pueblos y lenguas diversas, no olviden que el primer testimonio que deben dar es el de sacerdotes enamorados de Cristo y dedicados a edificar su Cuerpo. Al servir a las comunidades eclesiales, reflejen el afecto y la cercanía del Papa hacia cada una, manteniendo un vivo sentido de «cum Ecclesia». Pienso especialmente en aquellos de ustedes que se encuentran en situaciones de dificultad, conflicto y pobreza, donde no faltan momentos de desesperación. En estas mismas luchas, recuerden que la Iglesia los sostiene en la oración: por tanto, fortalezcan su identidad sacerdotal recibiendo fuerza de los Sacramentos, de la comunión fraterna y de la constante docilidad al Espíritu Santo.
Resistir la tentación del aislamiento
El Papa recurre a la tradición de los grandes misioneros, de quienes aprendemos que «la inculturación no es una actitud folclórica, pues surge del deseo de consagrarse a la tierra y al pueblo al que servimos». Este es un rasgo significativo que el Papa espera que tengan en cuenta quienes son llamados a esta tarea.
Cultiven relaciones con todos, resistiendo la tentación de aislarse. Permanezcan arraigados en el cuerpo de la Iglesia y en la historia de los pueblos: tanto del que provienen como de aquellos a los que son enviados. Cada nación les ofrece sus propias tradiciones para ser conocidas, amadas y respetadas, como el agricultor respeta la tierra y, al cultivarla, cosecha los frutos de su trabajo. Por lo tanto, no sean indiferentes, sino discípulos apasionados de Cristo, involucrándose de manera evangélica en los contextos donde viven y trabajan. Los grandes misioneros nos recuerdan, de hecho, que la inculturación no es una actitud folclórica, pues surge del deseo de consagrarse a la tierra y a las personas a quienes servimos.
El riesgo de «ser como árboles sin raíces»
El Papa es muy consciente de que una misión diplomática puede ser desmotivadora: el riesgo, dice, es convertirse en «como árboles sin raíces». Esto puede ocurrir cuando el contexto de origen y destino —la Iglesia local de origen y la Iglesia universal para la que se está llamado a trabajar— no se entrelazan armoniosamente. Es necesario, nos recuerda el Papa, asegurar que ambos no sean mutuamente excluyentes. En efecto, si «el árbol no deja de recibir savia, puede ser trasplantado a otro lugar y así dar nuevos frutos». A este respecto, retoma la cita de San Agustín, tomada de las Confesiones, que se refiere a la historia del protegido Elías, su cansancio y la rehabilitación que recibió de Dios. Que la fraternidad y la oración inspiren la labor de los representantes papales, concluye el Papa, invitando a:
En cada Representación Pontificia hay una capilla, el verdadero corazón de su hogar, donde diariamente, junto con el Nuncio Apostólico, las religiosas y sus colaboradores, celebran la Eucaristía, elevando oraciones de alabanza y súplica al Señor. Que la luz del Sagrario disipe las sombras y las angustias, iluminando el camino que recorren. Así se cumple la palabra del Señor Jesús: ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo. Custodiando este milagro de gracia, sean peregrinos de esperanza, especialmente allí donde faltan la justicia y la paz.
Se publicó primero como El Papa al personal de la Nunciatura: Lleven esperanza donde falta la paz


