Comunicado de www.vaticannews.va —
En la Sala San Pío X, en Roma, tuvo lugar un diálogo entre el autor del volumen Cabeza, corazón y manos, publicado por la Librería Editora Vaticana, y el prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación. El encuentro, celebrado en los días del Jubileo del mundo educativo, reflexionó sobre los protagonistas y el sentido mismo de la acción formativa.
Eugenio Murrali – Ciudad del Vaticano
A partir del libro de Eraldo Affinati, Cabeza, corazón y manos. Grandes educadores en Romahay una idea fundamental: la pasión. Una observación del cardenal José Tolentino de Mendonça, durante el coloquio moderado por Andrea Monda, director de El Observatorio Romanopuso de relieve que “la escuela es una historia de amor, y de un gran amor, porque se transmite a otro un tesoro, un patrimonio, sin condicionarlo, y lo que los estudiantes harán con lo que la escuela les ha dado siempre será una sorpresa”.
El amor de Eraldo Affinati —escritor y maestro— por la misión educativa se refleja en cada página de su libro y en sus propias palabras. El cardenal, quien propuso esta guía a través de las grandes figuras de los educadores en Roma —desde san Pedro y san Pablo, pasando por san Agustín, hasta María Montessori y John Patrick Carroll-Abbing, entre muchos otros—, definió la obra del autor como un “manifiesto de esperanza”.
“Una ciudad como Roma puede contarse desde la mirada de esos hombres y mujeres que, movidos por la pasión de transmitir lo que hoy ha recordado el Papa León: la interioridad, la unidad, el amor y la alegría, se han expuesto, se han implicado, para crear formas originales de búsqueda de la verdad. Porque educar —afirmó el purpurado— es buscar juntos la verdad”,
A lo largo del diálogo se evocó en varias ocasiones la carta apostólica del Papa León XIV, Diseñar nuevos mapas de esperanzadonde se lee: “La educación —como recordé en mi exhortación apostólica te amaba— ‘es una de las expresiones más elevadas de la caridad cristiana’. El mundo necesita esta forma de esperanza”.
Affinati añadió: “En Roma tenemos a los padres espirituales de toda nuestra conciencia educativa occidental. Estos grandes educadores ofrecieron herramientas no solo a nosotros, los católicos”. El escritor, que se define como “un aprendiz cristiano”, explicó que su recorrido parte de la fuente originaria: “La mirada de Jesús cuando por primera vez baja de Cafarnaúm, llega al lago de Tiberíades y cruza la mirada de los pescadores”. Aquellos hombres lo siguieron porque confiaron en Él. “Y así —añade—, cada maestro, cada vez que entra en el aula, debe ganarse la confianza de sus alumnos”.
A la pregunta de Andrea Monda sobre la importancia de la cuestión educativa para la Iglesia, el cardenal de Mendonça centró su reflexión en la imagen del educador como una comadrona que ayuda a nacer. “La cuestión —dijo— es cómo se anuncia el Evangelio, porque el anuncio del Evangelio es inseparable de la fidelidad a la persona”.
Cada ser humano, observó el prefecto, está inacabado, es un homo viatory “nuestra nacida no ha ocurrido solo una vez en la biografía, sino que es casi una condición permanente”. Para llegar a ser quienes somos, hombres y mujeres necesitan de la educación, que implica salir de sí mismos, pero para ser conducidos aún más hacia dentro. Solo así se puede realizar aquella promesa de humanidad latente en cada uno, explicó el cardenal.
Añadió que, en la historia de la Iglesia, la educación es mucho más que una profesión: es una alianza con el ser humano. “El Santo Padre, en su discurso de hoy a los educadores, recordó que la Iglesia es Madre y Maestra”.
Entre los muchos temas significativos tratados en el diálogo estuvo también el de la libertad. Affinati describió al maestro como “un especialista en la aventura interior”, capaz de comprender profundamente las tensiones e inquietudes de los jóvenes. Para el autor, el tema de la libertad es decisivo en esta relación: “La verdadera libertad se aprende cuando comprendes cuál es tu límite”.
Subrayó, además, la importancia de que los jóvenes encuentren frente a ellos adultos creíbles. Y no solo en la escuela, porque “la cuestión educativa debería ser responsabilidad de todos”. Una tarea central y compleja que debe afrontar las nuevas fragilidades de cada persona, teniendo siempre presente la técnica, pero sin olvidar nunca lo humano, incluso al enfrentar los desafíos que plantea la tecnología.
Se publicó primero como Libro sobre los grandes educadores, de Mendonça: «Un manifiesto de esperanza»


