Erradicar la pobreza, una obligación moral que debe cumplirse

Noticias del Vaticano

“La pobreza no es inevitable”, y su erradicación, al igual que la del hambre, “es una obligación moral que debe cumplirse”. Sin embargo, las soluciones necesarias para alcanzar este objetivo se enfrentan “a la falta de voluntad política”. Es el llamado del monseñor Gabriele Caccia, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, durante el debate dedicado a la “Erradicación de la pobreza”, celebrado el 15 de octubre en Nueva York.

Monseñor Caccia señaló “la contradicción inaceptable” de que, diez años después de la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y “aun después de una década de progreso tecnológico y económico, más de ochocientos millones de personas sigan viviendo en la pobreza y una de cada doce siga padeciendo hambre”. Datos “impactantes”, los define, que, al ser solo cifras, “no reflejan el profundo sufrimiento humano que la pobreza y el hambre infligen a las personas, las familias y las comunidades”.

Proteger la dignidad humana

La pobreza y el hambre son “una grave ofensa a la dignidad humana intrínseca creada por Dios”, denuncia también el observador, quien señala que “dañan los derechos fundamentales de las personas” y son además “un fracaso de la comunidad internacional”. El prelado citó la te amabala exhortación apostólica con la que León XIV reafirma la necesidad de respetar la dignidad de toda persona, para indicar que los esfuerzos de la comunidad internacional “para erradicar la pobreza y el hambre deben basarse en el imperativo de proteger la dignidad humana y promover el desarrollo humano integral para todos”.

Promover el bienestar económico

La Santa Sede reitera que “la pobreza no es inevitable”, sino “el resultado de causas estructurales que deben ser identificadas y afrontadas para ser eliminadas”. Para lograrlo son necesarias la “cooperación internacional y el trabajo coordinado, la solidaridad global y medidas concretas que creen condiciones que permitan a las personas prosperar en todas las dimensiones de su vida”. De aquí deben partir las inversiones en “educación de calidad”, en la creación de “oportunidades de trabajo digno” y en la disposición de “sistemas integrales de protección social”.

Soluciones que podrían promover “el bienestar económico y el desarrollo humano integral”, pero que, en cambio, se ven sustituidas por el fracaso de la política internacional, testimoniado por la “trágica asignación errónea de los recursos globales”.

Las dolorosas paradojas

Caccia expresó la preocupación, tantas veces manifestada por el Papa, confirmando que “a pesar de la existencia de los fondos necesarios para erradicar la pobreza y el hambre, ha habido un creciente desvío de estos fondos hacia ‘instrumentos de muerte’ en lugar de hacia instrumentos de desarrollo humano integral”.

De ahí el “paradójico y doloroso” hecho de ver recursos “que deberían utilizarse para alimentar, educar y sanar” y que “provocan, en cambio, más dolor y sufrimiento”. Este “trastorno de las prioridades”, además de prolongar el sufrimiento de quienes viven en la pobreza, “alimenta el conflicto y la inestabilidad”.

Erradicar la pobreza y el hambre, en conclusión, es una “obligación moral” que solo puede realizarse mediante la implementación “de medidas concretas que garanticen que los compromisos, las políticas y las prioridades sean redefinidos para poner a la persona humana en el centro de todas las actividades”.