Comunicado de www.vaticannews.va —
En una nación destrozada por la guerra civil, la Compañía de Jesús trabaja junto a otros representantes religiosos para ayudar a las víctimas de la guerra, la pobreza y las catástrofes naturales, especialmente mediante asistencia material y educación. Cuentan con el apoyo de la organización humanitaria católica “missio”, que este fin de semana lanza una campaña de recaudación de fondos para el país. Es el testimonio del superior regional de los jesuitas, el padre Girish Santiago.
Anne Preckel – Ciudad del Vaticano
En Myanmar, millones de personas están huyendo y luchan cada día por sobrevivir. A la violencia generalizada causada por la guerra civil se han sumado inundaciones y un fuerte terremoto que han agravado la crisis humanitaria. Incontables personas —niños, ancianos y enfermos— viven bajo el miedo y en condiciones de extrema privación. Incluso los lugares de culto, iglesias y templos, han sido blanco de violencia y destrucción.
Comida, refugio, medicinas
Los jesuitas y otros líderes religiosos acompañan al pueblo en esta situación extrema, cuidando de los desplazados, de las minorías étnicas y de los más vulnerables, en circunstancias durísimas y con recursos muy limitados. El padre Girish Santiago, superior regional de los jesuitas en Myanmar, explicó a los medios vaticanos cuáles son las urgencias más graves:
“Los desplazados de la diócesis de Mandalay y las víctimas de las inundaciones y del terremoto necesitan comida, refugio, medicinas y, sobre todo, acompañamiento en la situación traumática que están viviendo”.
El jesuita coordinó en Mandalay la ayuda de su Orden tras el terremoto de marzo de 2025, en el que murieron miles de personas y decenas de miles lo perdieron todo.
Ayuda a los desplazados
Hoy en Myanmar hay cuatro millones de desplazados internos, pertenecientes a distintas etnias y religiones, que huyen tanto de la guerra como de las catástrofes naturales. Los jesuitas y las redes eclesiales distribuyen alimentos, alojamiento y medicinas con el apoyo de la obra misionaria (misión).
Este auxilio, subraya el padre Girish, está destinado a cualquier persona que lo necesite, sin distinción:
“Cuidamos de todas las personas en dificultad, sin importar su confesión o religión, y lo hacemos junto a otras personas de buena voluntad y organizaciones, con monjes y monjas budistas e incluso con representantes del islam. Tratamos de ayudar en todo lo posible, porque su dignidad es muy importante para todos nosotros. Ese es también el sentido de la doctrina social católica”.
El religioso recuerda que el budismo habla de la consciencia (atención plena):
“Sé consciente de ti mismo, de tu entorno y de lo que ocurre, y envía deseos de paz. Que la paz reine en cada persona, cada nación y cada criatura”.
La solidaridad y el anhelo de paz han unido a los líderes religiosos de Myanmar en el servicio a los más débiles.
“Yo diría —observa el padre Girish— que nosotros, como hombres y mujeres de Iglesia en Myanmar, hemos salido de nuestros templos para ir al encuentro de las personas: nuestro objetivo es ocuparnos de las necesidades de cada individuo”.
Educación en un país devastado
Entre esas necesidades también está el deseo de un futuro mejor a través de la educación. La enseñanza y la formación forman parte de la ayuda de la Iglesia, con clases que se imparten incluso en campos de refugiados o al aire libre.
Los jesuitas, explica el padre Girish, gestionan numerosos centros educativos en Myanmar que son, al mismo tiempo, escuelas de paz:
“A través de estos centros buscamos comprometernos con una sociedad más justa y sensibilizar a los estudiantes en estos temas. Junto a otras comunidades religiosas, centros diocesanos u organizaciones laicas hemos creado una red que administra 16 centros de formación o Colegios comunitarios. Los jóvenes deben crecer como personas de paz y promover la paz”.
Originario de la India, el padre Girish vive en Yangón desde 2016. Ha sido testigo del inicio de la guerra civil en Myanmar, de la pandemia de Covid y de las recientes catástrofes naturales. La población, dice, ha padecido sufrimientos “inimaginables”; Myanmar está “profundamente herido”. Sin embargo, el jesuita, que ha dedicado su vida a los desplazados y desfavorecidos, nunca ha perdido la esperanza, que transmite sin descanso.
Esperanza de paz
“Mi esperanza, nuestra esperanza —afirma el padre Girish— es que un día el pueblo de Myanmar pueda recuperar lo que antes se llamaba el Myanmar dorado, Shwe Myanmar. Hoy el país está destruido, herido, paralizado y ensangrentado por la guerra y la violencia. Pero nuestra esperanza es que un día la paz triunfe y que hombres y mujeres de buena voluntad puedan tocar los corazones sin odio. Esa esperanza nace de las buenas obras, de las buenas acciones, de los buenos pensamientos, de la positividad. Esa es mi esperanza para Myanmar”.
En Myanmar, país de mayoría budista, desde el golpe militar de 2021 estalla una sangrienta guerra civil. Los cristianos son apenas un 6% de la población y pertenecen en su mayoría a minorías étnicas. La junta militar combate contra diversos grupos de resistencia, entre ellos ejércitos étnicos y milicias juveniles. En algunas regiones la violencia se dirige específicamente contra aldeas cristianas. Iglesias, escuelas y hospitales han sido bombardeados. El Papa León XIV y el Papa Francisco han pedido repetidamente oraciones por Myanmar y por la paz.
El mes misionero mundial de misión
El padre Girish y otros invitados de Myanmar se encuentran actualmente en Alemania, invitados por la organización humanitaria católica Missio Aachenpara la apertura del Mes de la misión mundial. Esta entidad impulsa donaciones para apoyar el trabajo de la Iglesia en el Sur global, que serán recogidas en la Jornada mundial de las misiones, el 26 de octubre, por las Obras Misionales Pontificias en 120 países.
Se publicó primero como Myanmar, una Iglesia al lado de quienes sufren


