En una época en la que la inteligencia artificial (IA) está formando rápidamente la forma en que accedemos y procesamos la información, es tentador creer que algunas indicaciones bien redactadas pueden desbloquear una comprensión profunda sobre cualquier tema, incluida la religión. Sin embargo, cuando se trata de aprender sobre sistemas de creencias, doctrinas y prácticas espirituales, confiar únicamente en la IA puede ser engañoso e incluso sin intencionalmente sesgado.
Las religiones son marcos sociales y espirituales complejos, a menudo construidos durante siglos, con intrincadas doctrinas, rituales y contextos culturales. Para comprenderlos realmente, uno debe abordar el material de origen directamente: los textos sagrados, las enseñanzas oficiales y las prácticas a medida que los adherentes viven. La IA, sin embargo, no «conoce» inherentemente a la religión en este sentido auténtico. Procesa grandes cantidades de contenido en línea, gran parte de las cuales refleja opiniones, críticas o malentendidos, y luego genera respuestas basadas en patrones en esos datos.
Esto crea un problema crítico: AI reflejará los prejuicios presentes en la información en la que fue entrenado. Si la mayoría del material disponible sobre una fe proviene de comentaristas externos, críticos o incluso fuentes hostiles, la descripción de la IA puede ser sin querer negativa o tergiversar. Puede confundir lo que los creyentes realmente practican y enseñan con lo que los extraños piensan que hacen.
Como resultado, preguntarle a una IA: «¿Qué cree esta religión?» puede conducir a una respuesta que se trata más de la percepción pública que la verdad doctrinal. Por ejemplo, un mensaje sobre un ritual religioso particular podría devolver descripciones cargadas de lenguaje crítico o interpretaciones culturalmente sesgadas, en lugar de simplemente explicar en qué consiste el ritual y en qué significa para los profesionales.
La clave para evitar esta trampa es en cómo se enmarcan las preguntas y dónde se dirige a la IA a buscar respuestas. Un enfoque neutral y con mentalidad de investigación trataría de entender «Lo que enseña esta religión de acuerdo con sus propias fuentes»en lugar de «lo que la gente dice al respecto». Esto requiere especificar, lo más claramente posible, que la información provenga de textos doctrinales oficiales, académicos reconocidos de la tradición o instituciones establecidas.
Además, El juicio humano sigue siendo esencial. La IA puede ser una herramienta útil para organizar información, sugerir conexiones o resumir grandes cuerpos de texto. Pero no puede reemplazar la comprensión matizada que proviene del estudio crítico y el compromiso directo con fuentes primarias. Estudios religiosos, como la historia, la ley o la filosofía, la demanda del contexto, la interpretación y el respeto por la diversidad de voces dentro de una tradición.
El desafío va más allá de las limitaciones técnicas. La religión toca asuntos profundamente personales de identidad, significado y cosmovisión. La tergiversación no es solo un error académico: puede fomentar los prejuicios, los malentendidos e incluso el conflicto. En un mundo donde la información errónea se propaga a una velocidad sin precedentes, la responsabilidad de buscar la verdad con cuidado es más importante que nunca.
En breve, La IA debe verse como un punto de partida, no como una autoridad final. Aquellos que deseen aprender sobre una fe deben ir más allá de lo que pueden generar los algoritmos. Deben hacer preguntas precisas e imparciales y seguimiento leyendo los textos originales, escuchando a los adherentes y considerando múltiples perspectivas académicas. Solo entonces pueden obtener una imagen precisa de una religión, ya que es realmente vivida y entendida.
Al tratar la IA como una herramienta, en lugar de un maestro, podemos asegurarnos de que nuestra exploración de las tradiciones religiosas se basa en el respeto, la precisión y la curiosidad genuina, libre de los sesgos que con demasiada frecuencia nubla el discurso público.
Publicado anteriormente en The European Times.


