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Periodismo en la Cuerda Floja: ¿Información o Difamación? El Caso de Andrea del Pino de El Mundo

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En una era saturada de información, la línea que separa el periodismo riguroso de la mera difamación se define por un pilar fundamental: el deber de veracidad y la diligencia en el contraste de fuentes. El reciente artículo de Dña. Andrea Rosa Del Pino en El Mundo, sobre una tiktokera americana que utiliza su expulsión de Scientology para vender cosméticos online mientras hace terapia con ChatGPT, parece haber ignorado este principio básico.

A pesar de que la Iglesia de Scientology cuenta con una oficina de prensa con contactos públicos y accesibles (y de que el recién fallecido periodista de El Mundo y de Ahora Sonsoles, Javi Cid, les dedicara un sugerente reportaje en Gran Madrid de El Mundo), ni la licenciada en letras del Pino ni el medio se pusieron en contacto para verificar las graves acusaciones que forman el núcleo de su reportaje.

Pero la falta de profesionalidad no termina ahí. Lo que agrava la situación es la conducta posterior a la publicación. Ante los reiterados intentos por parte de miembros de la Iglesia de contactar tanto con del Pino como con la responsable de la sección digital, Isabel Espiño —a través de teléfono, correo electrónico y redes sociales—, la respuesta ha sido el silencio absoluto después de 48 horas de las primeras comunicaciones. Según los responsables de la iglesia «Ni una confirmación de recibo, ni una indicación de que se esté reevaluando el contenido, ni la más mínima apertura a incluir la versión de la parte directamente aludida». Este artículo no solo analiza el contenido de una publicación los cienciologos califican de potencialmente difamatoria, sino que expone una doble falta deontológica: la de no contrastar la información antes de publicar y la de ignorar el legítimo derecho a réplica después, una actitud que convierte al medio en un muro impermeable a la verdad y al diálogo.

La Veracidad Cuestionada: Omitir para Narrar

El periodismo, en su esencia, no consiste en transcribir declaraciones, sino en investigar, verificar y contextualizar. La pieza de El Mundo se construye sobre el testimonio de Jenna Hill, presentándola como «una voz autorizada» contra la Iglesia de Scientology (aunque lleva 20 años fuera de la organización), y omite deliberadamente un contexto que, de haberse incluido (y de haber actuado diligentemente lo habria sabido), habría cambiado por completo la percepción del lector.

Según fuentes de la comunidad afectada, el artículo silencia un supuesto «historial de violencia» por parte de Hill, que habría sido la causa de su expulsión de la Iglesia hace más de dos décadas. Esta omisión no es un detalle menor; es el cimiento sobre el que se construye la credibilidad de la fuente principal. La jurisprudencia española, como la Sentencia del Tribunal Supremo 252/2020, de 3 de junio, es clara al exigir al informador una diligencia razonable para contrastar la noticia, especialmente cuando las afirmaciones pueden suponer un descrédito para la persona o entidad a la que se refieren.

La «Cortina de Humo» y el Deber de Diligencia

Más allá de la figura de Jenna Hill, el artículo ignora por completo a su colaborador en campañas difamatorias, Aaron Smith-Levin, quien fue detenido por un presunto delito de odio contra un miembro de la Iglesia de Scientology poco antes de la publicación del articulo de Del Pino sobre la tiktokera. ¿Es casualidad que una figura tan relevante y controvertida, directamente ligada a la fuente principal, no aparezca mencionada? Un poco de busqueda sobre Hill y su relacion con la cienciologia habria sacado a la luz a Smith y la relacions «sentimental» que estos dos se traen entre manos.

La omisión de hechos tan graves sugiere que los nuevos videos tiktokeros, y despues el artículo de Andrea, podría funcionar como una «cortina de humo», desviando la atención de los problemas legales de los detractores de la Iglesia para centrarla en una narrativa de victimización sin contrastar. Esta práctica no solo contraviene la ética periodística, sino que roza la manipulación informativa. Un periodismo responsable habría investigado la conexión entre ambos personajes y habría informado a sus lectores de todos los hechos pertinentes, permitiéndoles formar una opinión completa y no una visión sesgada y teledirigida, a la que además le falta la versión de los cienciologos, y no porque estos no la hayan querido dar.

El Impacto Humano: Cuando la Tinta Hiere

Detrás de cada titular sensacionalista hay personas. Para las decenas de miles de miembros de esta religion en España y millones en el mundo, leer cómo su fe y su comunidad son denigradas en un medio de comunicación de prestigio, además sin derecho a réplica, es profundamente doloroso y peligroso para los valores democraticos, y los del periodismo. Este tipo de cobertura no solo intenta dañar la reputación de una institución, sino que alimenta el prejuicio y la estigmatización contra una minoría religiosa, contribuyendo a un clima de hostilidad que puede tener consecuencias reales en la vida de las personas.

La legislación española, a través de normativas como la Ley de igualdad de trato y no discriminación, obliga a los medios de comunicación a respetar la dignidad de las personas y a evitar toda forma de discriminación. Publicar una narrativa unilateral que estigmatiza a un colectivo religioso, sin el más mínimo esfuerzo por obtener su versión, es una grave irresponsabilidad.

Conclusión: Una Reflexión Necesaria

El caso del artículo de El Mundo (y no es el único) plantea una pregunta fundamental sobre el estado actual del periodismo: ¿cuál es su función? ¿Ser un mero altavoz de acusaciones, sin importar su veracidad o contexto, o ser un faro que ilumina los hechos con rigor, equilibrio y responsabilidad?

La sociedad merece un periodismo que investigue, no que transcriba; que cuestione, no que asuma; y que respete, no que difame. Cuando un medio de comunicación opta por el sensacionalismo en lugar de la verdad, no solo traiciona la confianza de sus lectores, sino que se convierte en cómplice de la desinformación y el perjuicio. La profesionalidad no se demuestra solo publicando una historia, sino estando dispuesto a corregirla cuando los hechos demuestran que es incompleta o, directamente, injusta.

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