Comunicado de www.vaticannews.va —
El custodio del Santuario Apostólico relata la tierna escena que presenció el pasado junio en el Aula Ducal del Palacio Apostólico Vaticano. Durante una audiencia privada con una familia, el pequeño corrió hacia el Pontífice. Y el Papa se inclinó para abrazarlo con cariño.
Padre Bruno Silvestrini, Osa
En el ambiente solemne e íntimo del Aula Ducal del Palacio Apostólico, el 7 de junio, tuvo lugar un encuentro sencillo pero profundamente humano. El Papa León XIV recibió a la familia de Giovanni Giordano, asistente del capellán de los Carabineros, en el cuartel «VB Salvo D’Acquisto» de Tor di Quinto, Roma.
Entre los presentes se encontraban su esposa y su hijo pequeño, un niño vivaz e incansable, lleno de una energía sorprendente. Durante la larga espera, nadie pudo contenerlo: corría de un lado a otro, sin prestar mucha atención ni confiarse a los presentes. Parecía pertenecer a un mundo propio, donde la espera era solo un intervalo para llenarse de juegos. Pero entonces, con la primera aparición del Santo Padre, ocurrió algo inesperado y cautivador. Mientras nosotros, los adultos, permanecíamos serenos, emocionados, quizás incluso intimidados por la sacralidad del momento, aquel pequeño pareció iluminarse: lo dejó todo atrás y, sin dudarlo, corrió hacia el Papa, abrazándolo con un abrazo genuino y espontáneo.
Sin filtros, sin vacilaciones: solo la pureza del corazón de un niño que reconoce lo verdadero, lo bueno y lo acogedor. El Papa León XIV sonrió, correspondiendo con ternura a ese gesto inesperado y profundo. No podemos evitar sentirnos interpelados por esta escena evangélica: «Quien no se humille como un niño no entrará en el Reino de los Cielos» (cf. Mt 18,3). Y es precisamente en estos episodios que la Providencia parece querer susurrarnos algo: a veces, son aquellos con almas libres quienes, más que nadie, son capaces de reconocer la belleza y la paternidad de Dios.
El artículo del Padre Bruno Silvestrini será publicado próximamente en el boletín interno de la Provincia Agustiniana de Italia.
Se publicó primero como Una carrera y un abrazo repentino, el Papa León y la espontaneidad de un niño