Comunicado de www.vaticannews.va —
Porfirio, Sergio e Israel son tres seminaristas mexicanos que colaboran como voluntarios en el Borgo Laudato Si’ de Castel Gandolfo. Con manos en la tierra y corazón en la misión, acompañan el sueño ecológico de Francisco, hoy impulsado por el Papa León XIV.
Sebastián Sansón Ferrari – Castel Gandolfo
La brisa que acaricia los naranjos y el canto de los chicharras escondidas entre los árboles centenarios dan la bienvenida al visitante del Borgo laudato sí, un paraíso ecológico de 55 hectáreas en las Villas Pontificias de Castel Gandolfo. Allí, entre jardineros, guías y custodios, destacan tres rostros jóvenes y entusiastas: Porfirio, Sergio e Israel, seminaristas mexicanos que, con manos dispuestas al trabajo y corazones encendidos por la vocación, protagonizan una historia silenciosa de servicio.
Su presencia no pasa desapercibida. Procedentes de diócesis muy humildes de México, estos futuros sacerdotes no solo representan el rostro joven de la Iglesia, sino también un testimonio vivo de esperanza. Su entrega sencilla, en medio de olivares y senderos floridos, es una profunda alegría para quienes creen en el poder transformador del servicio y la fraternidad.
Durante el período de descanso del Papa León XIV, colaboran como voluntarios en este lugar que florece al ritmo de la visión ecológica del Papa Francisco. No hay campanas que marquen su jornada ni horarios rígidos: su día comienza cuando se les necesita, ya sea en la tierra al despuntar el alba o recibiendo a los grupos que visitan este «laboratorio viviente» de la encíclica Laudato si.
“Es una experiencia única en mi formación”, comenta Porfirio Ramírez Méndez, de la Arquidiócesis de Huajuapan de León, Oaxaca. Su voz serena contrasta con el brillo de sus ojos al describir su labor. “Después de tanto tiempo cerrado, este lugar ahora está abierto al público. Es una bendición”, dice con una sonrisa.
El Borgo, con 35 hectáreas de jardines y 20 de terreno agrícola, no es solo un oasis verde, sino un verdadero centro de formación en ecología integral y fraternidad, como lo propone el magisterio del Papa. Aquí se cultiva más que plantas: se siembran valores, se promueve la cultura del cuidado y el respeto a la biodiversidad.
Sergio Camarillo Gámez, de 27 años y de la Arquidiócesis de Puebla, lo describe como una escuela práctica del Evangelio: “Ayudamos en jardinería, en la limpieza de fuentes y en el recibimiento de los visitantes, entre otras tareas».
Relata con gratitud el momento más significativo de su estancia, un acontecimiento que quedará grabado como una huella indeleble en su camino de preparación al sacerdocio: “Participar hoy en la Misa con el Santo Padre ha sido un regalo de Dios».
El Papa León XIV continúa el legado de su amado predecesor y, de hecho, celebró el 9 de julio la primera Misa por el cuidado de la creación en el Jardín de la Madonnina. Bajo la sombra de los árboles, sus palabras resonaron como semilla fecunda:
“En este hermoso día, antes que nada, quisiera invitar a todos, incluyéndome, a vivir lo que estamos celebrando en la belleza de una catedral, que podríamos describir como ‘natural’ […] La liturgia representa la vida, y ustedes son la vida de este Centro Laudato Si’. Quisiera agradecerles todo lo que hacen siguiendo la bellísima inspiración del Papa Francisco, que dio esta pequeña porción de los jardines precisamente para continuar con la misión tan importante ―la necesidad de cuidar la creación, nuestra casa común―, que seguimos profundizando, tras diez años de la publicación de la Laudato si’”.
Jesús Israel Aguirre Legaria, el más joven del grupo, con 24 años y de la Arquidiócesis de Huajuapan de León, Oaxaca, enmarca el verdadero sentido de su presencia en este lugar: “Es un regalo de Dios inmenso. Trabajar aquí implica muchas cosas: cuidar la creación, ayudar en las celebraciones, atender a los peregrinos… Es vivir la ecología integral que el Papa tanto nos pide”.
Hablan con alegría, como quien ha descubierto que el servicio es también una forma de oración. No están en un monasterio ni en una parroquia, pero sí en un espacio donde la fe se cultiva con las manos en la tierra y los ojos abiertos a la belleza del Creador.
Israel comenta que el proyecto apenas comienza. Y en efecto, sueña que muchos seminaristas puedan venir, pues no solo aprenden a servir en lo litúrgico, sino también en lo humano, en lo ecológico, en comunidad.
El Borgo Laudato Si’, como lo pensó Francisco, es mucho más que un sitio: es una experiencia transformadora. Y estos tres jóvenes mexicanos, venidos de comunidades sencillas y generosas, ya están sembrando esperanza que, con el tiempo, dará abundantes frutos para toda la Iglesia. Además, en el marco del Jubileo de la Esperanza, constituye una etapa aconsejada de peregrinación.
Reportaje elaborado junto con Mireia Bonilla y Sor Elaine Castro Matheuz
Fotogalería
Jardines del Borgo Laudato Si’ en las Villas Pontificias de Castel Gandolfo
Se publicó primero como De México a Castel Gandolfo: una experiencia inédita por la creación