InicioReligiónCon los brazos abiertos: crónica de un gesto inolvidable

Con los brazos abiertos: crónica de un gesto inolvidable

-

Comunicado de www.vaticannews.va —

Han pasado 82 años desde el bombardeo de San Lorenzo, ocurrido el 19 de julio de 1943, y desde la visita que Pío XII realizó ese mismo día, sin preocuparse por su propia seguridad, entre las personas y los escombros de un barrio devastado. Volvemos sobre aquella tarde a través del relato paso a paso publicado por L’Osservatore Romano.

Amedeo Lomonaco – Ciudad del Vaticano

Es 19 de julio de 1943. Aviones estadounidenses bombardean Roma por primera vez desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Al menos tres mil personas pierden la vida. En su edición del 21 de julio de ese año, El observador romano publica en portada un artículo titulado: “El Santo Padre entre los fieles de su diócesis de Roma golpeados por el bombardeo aéreo”. Se recuerda, ante todo, que el Papa Pío XII, apenas enterado del ataque sobre el barrio de San Lorenzo y la estación de tren de Tiburtina, expresa de inmediato su deseo de ir allí, a ese lugar de ruinas y heridas abiertas. En el artículo se indica incluso la hora exacta en que ese deseo se convierte en acción: son las 17:20, y el bombardeo aún no ha terminado. El Pontífice, desoyendo cualquier preocupación por su seguridad, sale del Vaticano para compartir ese momento dramático con su pueblo. Lo acompaña el entonces sustituto de la Secretaría de Estado, Giovanni Battista Montini, quien en 1963 se convertiría en Papa Pablo VI.

La portada de L’Osservatore Romano en 1943 sobre el bombardeo de Roma.

Con los brazos abiertos: crónica de un gesto inolvidable

La portada de L’Osservatore Romano en 1943 sobre el bombardeo de Roma.

Entre las calles de una Roma bombardeada

La visita de Pío XII en julio de 1943 es un recorrido por rincones de Roma marcados por la guerra. En varios pasajes del reportaje, el relato de El observador romano se convierte en una suerte de mapa de la ciudad herida. Se subraya, en particular, que durante el trayecto hasta Porta Maggiore, muchas personas notan el paso del coche papal. La noticia se difunde rápidamente y el pueblo romano ve al Papa avanzando entre las ruinas.

Ante la devastación, cuenta el periódico, el Papa ordena reducir la velocidad del vehículo y pregunta por las víctimas y los daños causados por las bombas. Al pasar lentamente por las calles cercanas a la zona del Verano, Pío XII ve a una multitud cada vez mayor. Su llegada al barrio de San Lorenzo queda grabada para siempre en la historia con un gesto icónico: el Papa con los brazos abiertos entre los fieles y ciudadanos, como un ángel protector.

Junto al dolor del pueblo

El observador romano describe esa escena, ese abrazo en la plaza frente a la Basílica de San Lorenzo, y recoge también algunas palabras pronunciadas por el Papa Pacelli. Son palabras de consuelo para el pueblo, de solidaridad con “el indescriptible sufrimiento de tantas familias trágicamente privadas de sus seres queridos y de sus hogares”. El Papa —añade el diario vaticano— implora al Señor “que transforme un dolor tan grande en una fuerza espiritual y moral igualmente grande”. Y bendice a los presentes, a sus familias, a toda la ciudad de Roma.

https://www.youtube.com/watch?v=t-JEDC6BR40

El bombardeo de Roma y Pío XII

El grito de paz del Papa

Aquel gesto de Pío XII que envuelve, protege y consuela a la gente, infunde valor. El Papa, según relata El observador romanopermanece por más de hora y media entre las ruinas, con su pueblo. Momentos dramáticos que el Pontífice vive confirmando a todos “en la fe y en la esperanza”. Algunos testigos cuentan que, al regresar al Vaticano, su sotana estaba manchada de sangre.

El abrazo a la humanidad herida

Los brazos abiertos del Papa Pío XII —recordado con el título de Defensor de la ciudad— siguen siendo, simbólicamente, un gesto extendido sobre los escombros de una humanidad herida, sacudida hoy por conflictos como los de Ucrania o Medio Oriente. Especialmente sobre los más vulnerables —civiles, mujeres, niños, ancianos y enfermos— que, al igual que el pueblo romano aquel día, esperan que la última palabra sea la de la paz.

Se publicó primero como Con los brazos abiertos: crónica de un gesto inolvidable

- Publicidad -spot_img

Selección