Comunicado de www.vaticannews.va —
Durante la adoración eucarística en la basílica vaticana con motivo del Jubileo de los Misioneros Digitales e Influencers católicos, el arzobispo metropolitano de Madrid invitó a ser la voz de los pobres en un mundo en el que solo los poderosos tienen voz, un signo de paz y luz «donde la dignidad humana es suplantada por otros intereses». Es fácil caer en la vanidad digital, observa el cardenal, y medir el valor en función de los «me gusta», pero la medida de Dios es otra.
Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano
La Basílica Vaticana se convierte en un lugar de encuentro, en un anhelo compartido de paz, diálogo y deseo de ser presencia viva de Cristo en medio de la dignidad pisoteada, el odio y la violencia tan extendida en el mundo. Esto ocurre en la adoración eucarística con y para los misioneros digitales y los influencers católicos, reunidos estos días en el Vaticano desde diversas partes del mundo para celebrar el Jubileo que se les ha dedicado. Tras la intensa primera jornada del 28 de julio, que pasaron juntos (poco más de mil personas) siguiendo los trabajos del congreso internacional en el Auditorio Conciliazione, se reúnen ante Jesús como una familia entusiasta.
Hablar la lengua de una Iglesia unida
Las palabras pronunciadas en español por el cardenal José Cobo Cano, metropolitano de Madrid, que preside la vigilia de oración, suenan elegantes y decididas: invitan a adoptar una actitud de agradecimiento para poder escuchar la voz de Dios y hablar una sola lengua. Amigos, es su turno, ¡ustedes hacen la historia! Así se expresa el cardenal, que anima a trabajar para cooperar en la construcción de una Iglesia unida. La procesión de los sacerdotes hacia el altar, mientras la dulzura del canto de los jóvenes crea una atmósfera de especial recogimiento. Resuenan en varios idiomas los versículos del Salmo 117 (118). A continuación, se lee el pasaje del Evangelio de Lucas con el relato de los discípulos en Emaús. Oración meditativa, silencio para la reflexión personal, cantos, espacio para las confesiones: ingredientes bien mezclados que dan vida a una velada de belleza, calidez y cuidado. Una señal de concreción, más allá de toda evanescencia.
La medida de Dios no son los «me gusta», sino los pobres
Abrir las puertas de la hospitalidad, de la paz y del diálogo, de la Iglesia. Es la exhortación del cardenal en su homilía, que insiste: «No olviden ser la voz de los pobres en un mundo en el que solo los poderosos tienen voz. No olviden ser la voz de las víctimas de la violencia y ser así instrumentos de la paz del Señor». Y luego la observación sobre la gran tentación que ofrecen las redes digitales: «Es fácil caer en la vanidad digital, medir el valor en función de los «me gusta» y vivir atentos a los números. Pero la medida de Dios es la paz del Señor». Y luego la observación sobre la gran tentación que ofrecen las redes digitales: «Es fácil caer en la vanidad digital, medir el valor en función de los «me gusta» y vivir atentos a los números. Pero la medida de Dios es otra, son los pobres», afirma de nuevo el cardenal Cano.
Llamados a ser presencia viva de paz, no especbandeja
El cardenal se detiene a explicar el sentido profundo y auténtico de la evangelización: «No significa tener un contenido perfecto, sino dejarse encontrar por quien necesita una palabra viva. Hoy necesitamos que la palabra viva suscite portavoces de paz y reconciliación en nuestro mundo. Aquí, en Gaza, en Ucrania, en el Congo y en tantos rincones del mundo donde la dignidad humana es suplantada por otros intereses». Hay que participar en esta misión.
No barcos solitarios, sino navegantes audaces y humildes
Según el cardenal, es de un enfoque sinodal de donde deriva la actitud de ser misioneros digitales, más allá de cualquier individualismo. «Necesitamos rezar juntos, corregirnos, compartir recursos, ayudarnos en la tentación del ego, trabajar dentro de la red eclesial. No se trata de ganar debates —subraya— sino de abrir ventanas al Evangelio discreto a nivel comunitario». Y aquí está la imagen del océano de píxeles en el que Dios sigue buscando corazones ardientes para reflejar su calor en la lámpara de la Iglesia. No barcos solitarios, pues, sino «navegantes audaces y humildes que con sus capacidades ayuden al barco de la Iglesia».
La web puede ser una trampa, pero también un lugar de gracia
La web puede ser una trampa, sí, pero también es un lugar de gracia, donde Dios se hace presente, no con «me gusta», sino con rostros que esperan algo más. El cardenal que guía la adoración eucarística invita a estar atentos para que nuestras vidas se alimenten de encuentros, no solo de emociones fáciles: el reto de los influencers católicos es, en definitiva, ser no tanto seguidores, sino verdaderos discípulos de Jesús. Ser esperanza «allí donde a veces solo se buscan escándalos, polémicas o aplausos». Se reza por una Iglesia misionera, por la misión digital, por quienes siguen en las redes, por quienes están en búsqueda y por quienes han caído. La bendición con el Santísimo Sacramento, las aclamaciones. El canto final.
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