Comunicado de www.theimfc.org —
Por el obispo Guillermo A. Ahumada
En los últimos días, las calles de Los Ángeles han sido testigos de una protesta colectiva, un grito de frustración e ira que refleja la necesidad urgente de un cambio real en nuestra sociedad.

Como líder espiritual y defensor de la justicia, reconozco el derecho legítimo de protestar, pero también siento la urgente necesidad de trazar una línea clara entre la protesta pacífica y los actos de vandalismo que solo debilitan nuestra causa común.
La violencia no se construye, destruye. El saqueo, la destrucción y la confrontación no benefician a nadie. No representan a la mayoría de nosotros, ni nuestra comunidad, mucho menos a las personas indocumentadas, que luchan con la dignidad todos los días. Nuestros hermanos y hermanas indocumentados trabajan duro, contribuyen a esta nación, crían a sus hijos con valores y esperan una oportunidad justa para vivir sin miedo. Es crucial aclarar que no son responsables de los actos de vandalismo que hemos presenciado. Nuestra gente busca soluciones, no el caos; Anhelan la justicia, no confrontación.
Hoy, más que nunca, los líderes políticos tienen la responsabilidad de no ceder ante las provocaciones o el conflicto de combustible. Necesitamos líderes que escuchen, que actúen con equilibrio y que prioricen las necesidades reales de la comunidad sobre las agendas partidistas. Este no es el momento de la retórica ideológica, sino de las respuestas humanas que curan las heridas y construyen puentes.

El camino hacia la reforma migratoria justa no está pavimentado con piedras, sino con la participación cívica, la organización y el poder de la votación. Debemos exigir el final de las deportaciones masivas que destrozan a las familias y sembren el miedo y el trauma en nuestras comunidades. Pero también debemos hablar con inteligencia, estrategia y, sobre todo, unidad. La historia nos enseña que se logran grandes cambios con la perseverancia y la determinación, nunca con la violencia.

A mis hermanos y hermanas indocumentados, quiero decir: no estás solo. Entendemos el miedo que sientes, pero no dejes que te paralice. Avanza con la fe y la dignidad. La lucha por la justicia nunca se detiene, y su voz es esencial para lograr un futuro mejor.
Ahora, más que nunca, levantemos nuestras voces, pero no nuestras manos. Deje que nuestro mensaje sea claro: la voz de un pueblo no se basa en la violencia, sino en la esperanza, la determinación y un compromiso inquebrantable con la paz.
El obispo Guillermo A. Ahumada es un líder comunitario y defensor de los derechos de los inmigrantes en Los Ángeles.
Se publicó primero como La violencia no es la voz de las personas indocumentadas