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¿Qué está pasando con los niños en Haití?

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Comunicado de www.vaticannews.va —

Mientras la violencia de las bandas se descontrola en Haití, miles de niños están dejando las aulas para adentrarse en un entorno de caos. Desde la primera línea, la ONG Confiance Haïti ofrece educación, protección y esperanza donde el resto del mundo ha decidido mirar hacia otro lado.

Francesca Merlo – Vaticano sobre la noche

La violencia que sacude al mundo hoy refleja, entre otras cosas, el fracaso de la comunidad internacional y es un llamado a no dejarnos engañar por el silencio de los grandes medios occidentales. Más bien, nos obliga a preguntarnos qué está ocurriendo en algunos de los países más pobres del planeta.

Hoy la pregunta es inevitable: ¿qué está pasando con los niños de Haití?

Fuera del foco mediático

La respuesta es desgarradora. Las escenas, casi apocalípticas. Las bandas criminales controlan las principales ciudades del país, que se sumerge cada vez más en una pobreza extrema. Muchos padres ya no pueden alimentar a sus hijos, quienes terminan siendo reclutados por estas pandillas, atraídos por promesas falsas de seguridad y dinero fácil. Hay madres que llevan meses sin saber nada de sus hijos —ni siquiera si están vivos.

“La prensa occidental tiende a enfocarse en regiones con vínculos políticos o económicos más directos”, afirma Anne Marie Berlier, presidenta de Confianza haití, una organización que lucha incansablemente por llevar educación y resiliencia a las comunidades más vulnerables del país. Esta cobertura selectiva ha hecho que Haití quede prácticamente fuera del radar internacional. Sus historias de violencia, desesperación y también de esperanza rara vez llegan a los titulares, lo que deja a un país entero sin el apoyo global que urgentemente necesita.

Como suele suceder en contextos de crisis, las escuelas se han convertido en refugios. En el presente, garantizan al menos una comida diaria; a futuro, son el símbolo de una posibilidad real de cambio.

15 años sembrando esperanza

Desde el devastador terremoto de 2010, Confiance Haïti ha estado al pie del cañón. “Llevamos quince años creciendo en el ámbito educativo, construyendo y operando escuelas, y ofreciendo herramientas para que los haitianos puedan ser autosuficientes”, explica Berlier. Sus dos escuelas principales están ubicadas al norte de Puerto Príncipe. Una se levanta sobre una colina en Canaan y ofrece nivel inicial y primario; la otra, más abajo, alberga una escuela secundaria.

Pero la labor de la ONG va mucho más allá de lo académico: apuesta también por la formación profesional y la adquisición de oficios. “En Canaan estamos impulsando actividades como plomería y construcción. En la escuela de Santo, el enfoque es la agricultura. Contamos con el apoyo de la embajada de Francia para iniciativas de cultivo y cría de animales”, cuenta Berlier a Vatican News. Son habilidades esenciales en un lugar donde cada recurso cuenta.

Criar gallinas y conejos para abastecer el comedor escolar no solo ayuda a combatir la escasez de alimentos, también enseña a los niños el valor de los recursos naturales y la importancia del cuidado ambiental. Estos programas permiten que muchas familias puedan salir adelante y reflejan el verdadero espíritu del nombre de la ONG: confianza.

Una violencia que no da tregua

Sin embargo, el clima de violencia que se vive hoy en Haití —especialmente en la capital— pone en jaque cada pequeño avance. La infancia haitiana enfrenta un sinfín de obstáculos: desde violencia directa hasta la pérdida de sus hogares o la orfandad producto del conflicto.

“Muchas escuelas en la capital ya no pueden funcionar”, afirma Berlier. “Las familias pobres deben tomar decisiones dolorosas: arriesgar la vida de sus hijos para enviarlos a estudiar, o dejarlos en casa y enviarlos a trabajar”. La situación, dice, “ya no tiene que ver con vivir, sino con sobrevivir”.

Y empeora cada día. “La semana pasada nuestras dos escuelas seguían abiertas, pero muchas otras han cerrado, sobre todo en las ciudades grandes”. El simple hecho de llegar a clase se ha vuelto peligroso. El transporte público no es seguro, y muchos niños deben caminar largas distancias para poder estudiar. Solo en Puerto Príncipe, más de 2.700 escuelas han cerrado, dejando a miles de niños sin acceso a la educación.

“Las consecuencias son devastadoras”, advierte Berlier. Hay menores que llevan un año escolar entero fuera del aula. Y cuanto más se alarga ese vacío, más se aleja la posibilidad de un futuro mejor. “Sin educación, los niños quedan a merced de las pandillas. Ya estamos viendo cómo los reclutan”.

Los que no bajan los brazos

Pero, en medio del horror, todavía hay quienes resisten. Berlier destaca con orgullo el coraje de los educadores locales: “Nuestros maestros son extraordinarios. A pesar de todo, siguen firmes, manteniendo la estabilidad y dando clases en circunstancias extremas”.

También resalta el papel fundamental de la Iglesia. “Está presente en el terreno, ofreciendo no solo apoyo espiritual, sino también concreto: educación, salud, distribución de alimentos. Fomenta comunidad y esperanza, incluso en los momentos más oscuros”. Aunque reconoce que el interés internacional suele ser pasajero, insiste en que el apoyo debe ser constante y estable, especialmente por parte de organizaciones cristianas y donantes europeos. “Si no actuamos ahora, la crisis solo se agravará, provocando más pobreza y migraciones masivas”, alerta.

El motor de la esperanza

A pesar de todo, Haití resiste. Su pueblo ha demostrado una capacidad de adaptación y una creatividad admirables. “Los haitianos encuentran soluciones y se reinventan”, afirma Berlier. En cada lucha diaria, lo que los empuja a seguir es la esperanza. No se trata solo de sobrevivir, sino de soñar con un futuro mejor.

Esa esperanza es lo que mantiene unida a la comunidad, lo que le da fuerzas para no rendirse. “La esperanza es el ingrediente esencial para seguir luchando por una vida digna”, concluye. A pesar de la violencia, del miedo y de los desafíos abrumadores, el pueblo haitiano no deja de avanzar.

Y al resto del mundo, un recordatorio: no podemos olvidarnos de Haití y de su gente.

Se publicó primero como ¿Qué está pasando con los niños en Haití?

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