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León XIV, un ex feligrés: “Su amor cambiaba el corazón y la vida»

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Comunicado de www.vaticannews.va — León XIV, un ex feligrés: “Su amor cambiaba el corazón y la vida»

Durante los años en que Robert Francis Prevost estuvo al frente de la parroquia Nuestra Señora de Monserrat en la ciudad peruana de Trujillo, su dedicación a los jóvenes generó conversiones y transformaciones. David Carranza, entonces un integrante del grupo juvenil, recuerda: “Su forma de predicar nos hacía sentir que Cristo realmente estaba presente entre nosotros. No era solo un sacerdote, era un auténtico pastor”.

Federico Piana – Ciudad del Vaticano

A comienzos de los años 90, Robert Francis Prevost fue párroco de la iglesia Nuestra Señora de Monserrat, que él mismo ayudó a fundar en el barrio Monserrate de Trujillo, la segunda ciudad más poblada de todo Perú. David Carranza, en esa época, era apenas un muchacho, pero aún recuerda con claridad a aquel pastor apacible y sonriente que lo motivó a participar en toda clase de actividades, desde las puramente espirituales hasta las más recreativas: “Durante todos los años en que fue párroco —cuenta a los medios vaticanos— pude experimentar de cerca su humildad y su espíritu de servicio, sobre todo a través del grupo juvenil llamado Jóvenes Amigos de Cristoque él promovió con mucha fuerza. Fue un periodo que marcó definitivamente mi vida y mi fe”.

Oración y cercanía

La relación del futuro León XIV con los jóvenes se basaba sobre todo en la cercanía, la oración profunda y la capacidad muy especial para saber acoger, escuchar y guiar. Sus palabras —explica Carranza— “eran firmes pero cálidas. Su modo de predicar nos hacía sentir que Cristo realmente estaba entre nosotros. No era solo un sacerdote, era un verdadero pastor de ovejas. Para mí fue una guía, un punto de referencia y, con el tiempo, se convirtió en un verdadero amigo espiritual”.

Capacidad de transformar

Lo que atraía a los jóvenes de la parroquia de Monserrat hacia aquel misionero agustino, de aire sereno y ascético, era su capacidad de transformar profundamente las vidas. “Él realmente creía en nosotros. Nos daba espacio, nos comprendía, nos animaba a asumir responsabilidades en la Iglesia. No nos trataba como un grupo cualquiera, sino como el corazón de una Iglesia viva. Gracias a él, muchos aprendimos lo que significa vivir en comunidad, compartir la fe con alegría, organizar retiros, evangelizar”. De hecho, la vida de David Carranza dio un giro inesperado: “Sucedió cuando, en el grupo juvenil creado por el padre Prevost, conocí a Cynthia, que hoy es mi esposa. Nos conocimos compartiendo la fe, el servicio, la oración. Lo que vivimos fue tan auténtico que hoy seguimos caminando en la fe, educando a nuestras hijas con los mismos valores que el párroco sembró en nosotros”.

Una profunda revolución

Pero Prevost no provocó una revolución solo en los corazones y vidas de los jóvenes: bajo su guía, toda la parroquia se convirtió en la casa de todos. Se formaron muchos grupos pastorales, su estructura se descentralizó hacia otras zonas de la ciudad y se promovieron decenas y decenas de encuentros de fe y actividades solidarias. “En resumen —añade Carranza— la parroquia dejó de ser solo un templo y se transformó en una comunidad viva, alegre y comprometida. El ejemplo de Prevost despertó en muchos la vocación hacia la Iglesia”. El día que fue elegido el nuevo Papa, Carranza cumplía 43 años y jamás se habría imaginado el extraordinario regalo de saber que había sido elegido precisamente su ex párroco: “Sentí una mezcla de asombro, gratitud y orgullo. Era imposible no pensar en aquellos días de juventud, en sus homilías, en sus abrazos, en su sonrisa afectuosa. Sentía que el Espíritu Santo había puesto sus ojos sobre un verdadero pastor. Y no fui el único: muchos de los que lo conocían se reencontraron después de tantos años, simplemente para orar por él y dar gracias. Muchos lloraron de emoción. Todos sentíamos que una parte de nuestro corazón estaba allí, en Roma”.

Por siempre pastor

Para aquellos jóvenes de antaño, que hoy son padres y madres de familia, León XIV será siempre el padre Robert, el pastor que les enseñó a vivir el Evangelio para construir el Reino de Dios. “Prevost —concluye Carranza con convicción— no es un hombre de poder, es un hombre del Señor. Conoce los desafíos de las pequeñas comunidades, sabe lo que significa construir desde abajo. Su experiencia pastoral, su amor por los jóvenes y su espíritu agustino pueden dar esperanza a una Iglesia que necesita volver a lo esencial”.

Se publicó primero como León XIV, un ex feligrés: “Su amor cambiaba el corazón y la vida»

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