Comunicado de www.vaticannews.va —
El Obispo de Holguín recuerda a fray Prevost, Prior General de los Agustinos cuando en un encuentro en Roma, en 2005, junto al cardenal Jaime Ortega le pidió que la Orden de los Agustinos volviera a Cuba. Un proyecto que dio frutos un año después y que además llevó al hoy Sucesor de Pedro, a las lejanas tierras del oriente de la isla, donde “todavía hacen memoria de su sencillez, cercanía y de su sonrisa serena y apacible”.
Alina Tufani Díaz – Ciudad del Vaticano
“Desde hace 20 años conozco al nuevo Papa”. Estas las palabras del monseñor Emilio Aranguren Echeverría, Obispo de Holguín en Cuba, cuando comenta a Vatican News su primer encuentro con el hoy Papa León XIV. Un encuentro que dio frutos inmediatos y duraderos, ya que en aquel lejano 2005, cuando acompañado por el cardenal Jaime ortega, arzobispo de la Habana y alojados en la Casa Generalicia de los Agustinos en Roma, le pidió a Robert Francis Prevost, entonces Prior de la orden, que volvieran a Cuba. Y se logró, porque un año después, primero en Ciego de Ávila, luego en Puerto Padre (Holguín) y, finalmente, en La Habana, la Orden de San Agustín pudo regresar a desempeñar su servicio para Iglesia y la sociedad cubana, en el ámbito parroquial, social y cultural.
En efecto, Fray Prevost con una atenta y activa escucha, no esperó mucho para volver a esa lejana isla, adonde sus hermanos agustinos habían llegado en 1588 y que, tras varias vicisitudes, idas y vueltas, ya no estaban desde 1961. Y esto es lo que ha compartido monseñor Aranguren con nosotros, ese primer encuentro, luego su visita en 2008 a la diócesis de Holguín, en especial a la parroquia de Puerto Padre y también, el más reciente encuentro, hace un año, siendo ya prefecto del Dicasterio para los Obispos, en Mayagüez, Puerto Rico, y en Roma, el pasado septiembre, junto a otros dos prelados cubanos.
Monseñor Aranguren, ¿cómo fue su primer encuentro con el Prior Robert Prevost – hoy Papa León XIV – y cómo llegó hasta su diócesis de Holguín?
Durante varios años, siendo yo obispo de Cienfuegos, fui secretario general de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, hasta poco después que el Papa Benedicto XVI me nombrara obispo de Holguín. En el 2005, aun siendo secretario, viajé a Roma junto con el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de la Habana, que era el presidente de nuestra conferencia, y fuimos acogidos como huéspedes en la Casa Generalicia de la Orden de San Agustín, ubicada frente a la plaza de San Pedro. Estando allí conocí al prior general, fray Robert Prevost y, en varios momentos, compartimos tanto la comida como la cena. Recuerdo que además de varios miembros del Consejo General, también estaba el cardenal maltés Prosper Grecch, que residía junto a sus hermanos agustinos. Fue allí donde también le presenté al prior general la posibilidad y petición de que los agustinos pudieran estar nuevamente presentes en Cuba. Le expliqué que en 1968 yo había sido alumno del padre John McKniff, el último agustino que hubo en Cuba, y que fue enviado a Perú, donde murió. Ahí supe que había sido declarado siervo de Dios. Dos años después de aquel encuentro, los agustinos regresaron no solamente a Cuba, sino que en 2008 vinieron ya a la diócesis de Holguín. Primero habían fundado en Ciego de Ávila y poco después pues vinieron a la parroquia de Puerto Padre. De tal manera que aquel encuentro generó este fruto.
Monseñor Aranguren, ¿qué podría destacar de la personalidad de León XIV, como persona, como religioso, o cuéntenos una anécdota?
En el año 2008, el hoy Papa León XIV viajó a Cuba para visitar a sus hermanos agustinos y se desplazó hasta la parroquia de Puerto Padre (Diócesis de Holguín), a 700 km de la Habana. La casa cural anexa a la parroquia estaba en reparación y el prior general fue acogido en una casa de familia durante los tres días de su estancia. Desde allí también se trasladó a Holguín para tener un encuentro ya personal conmigo y conocer un poco más la realidad de la parte oriental de la isla. Hoy la alegría del señor Manuel Miguel (quien lo acogió en su casa), conocido por todos por Manolín, es desbordante y a todos muestra un sencillo diploma que el padre Prevost le entregó por su acogida y por el apoyo que ofrecía a los frailes de la comunidad. Indudablemente, que el hoy León XIV dejó una huella de sencillez, de cercanía, de gozo al ver cómo sus hermanos estaban evangelizando y sirviendo el amor de Dios en medio de una realidad tan necesitada. Quienes lo recuerdan en Puerto Padre, hacen memoria de su sonrisa serena, apacible, incluso al verlo en la televisión son capaces de ver, después de tantos años que han pasado, que se mantiene igualito, con la misma sonrisa.
Monseñor Aranguren, ¿cómo espera y cómo ve este pontificado?
Imagínense, es difícil como yo espero este pontificado. Todos como Iglesia formamos parte de una etapa histórica y pastoral que comenzó con San Juan XXIII a finales del año ‘58 y, de manera especial, cuando convocó el Concilio Vaticano II. En ese momento, el Papa expresó que era necesario que la Iglesia abriera las ventanas para que entrara un aire fresco, para que entrara la realidad del mundo circundante. ¿Por qué motivo? Porque se estaba viviendo una etapa específica, una etapa de guerra fría, una etapa posterior a las dos guerras mundiales y, por lo tanto, para que también el mundo mirara por dentro a la Iglesia, supiera lo que la Iglesia ofrecía. Después de Juan XXIII vino otro santo, Pablo VI, que llevó el concilio a feliz término. Después un beato, el beato Juan Pablo I, que el buen Dios nos sorprendió, como repetía el Papa Francisco, con un pontificado tan breve de 33 días y ya más reciente en el tiempo, san Juan Pablo II y Benedicto XVI, que prepararon el camino para que desde América Latina fuera un pastor a ocupar la sede de Pedro. El Papa Francisco, desde Argentina y ahora el segundo, que lleva en su corazón religioso y misionero la experiencia eclesial de la Iglesia que peregrina en este continente y que ha tenido en las conferencias generales celebradas desde 1968 en Medellín hasta Aparecida en el 2007 y después el Sínodo Amazónico, una ruta de viaje animada siempre por el servicio de comunión que ofrece el CELAM, el Consejo Episcopal Latinoamericano.
¿Y del nuevo Papa qué espera?
Espero que el Papa León XIV, como discípulo de Jesús, lo haga presente a Él como Buen Pastor, que continúe dando su vida por Él, para que la Iglesia en cada rincón del mundo pueda también ofrecer y dar a sus respectivos pueblos la vida en Cristo, tal como decía el lema de Aparecida. A su vez, que las tres llamadas que nos hace el proceso sinodal a la comunión, a la participación y a la misión, no sea una consigna, sino que verdaderamente sea una experiencia vivencial de todos los que formamos el Santo pueblo fiel de Dios. Y por eso, que el Espíritu Santo, la Luz del Espíritu Santo y la compañía maternal de nuestra buena Madre verdaderamente bendiga esta misión que acaba de comenzar León XIV y que, a lo largo de todo su pontificado, siempre el Espíritu de Dios lo acompañe y fortalezca.
Se publicó primero como Aranguren: Prevost trajo de vuelta a los agustinos a Cuba, hoy lleva la barca de Pedro