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Juan Pablo II y los presos: Pueden tener esperanza

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Comunicado de www.vaticannews.va —

Con motivo del 20º aniversario de la muerte del Papa Wojtyla, repasamos los acontecimientos y las palabras de su magisterio dedicadas al mundo de los presos. En 27 años de Pontificado, visitó personalmente 17 instituciones penitenciarias, no sólo en Italia, sino también en su Polonia natal, Brasil, Chile, México, Venezuela y las Islas Salomón. La primera vez fue en 1980 en Roma, entre los reclusos más jóvenes de Casal del Marmo.

Roberta Barbi – Ciudad del Vaticano

Que la cárcel no debe ser un lugar de «deseducación», de ociosidad y, por tanto, en última instancia, de vicio, sino de rehabilitación y resurrección, Juan Pablo II lo tenía muy claro y lo comunicó al mundo con no menos de 33 discursos sobre el tema, además de expresar su cercanía a los presos con gestos concretos, como ir a visitarlos en persona incluso a sus celdas. Uno de sus discursos de mayor eco sobre el tema –el mensaje para el Jubileo en las cárceles durante el Gran Jubileo del año 2000– contenía una exhortación a los gobernantes a «emprender revisiones del sistema penitenciario para adecuarlo más a las necesidades de la persona humana» y a recurrir más a las penas no privativas de libertad, pero sobre todo un llamamiento a un «signo de clemencia» que se tradujera en una reducción, aunque modesta, de la pena.

«Cristo busca el encuentro con cada ser humano»

Y precisamente con motivo del Jubileo en las cárceles, el 9 de julio de 2000, Juan Pablo II celebró la Misa en la Prisión Romana Regina Coelicuyo nombre subrayó, deseando que la esperanza de María Regina Caeli llegara a todos los reclusos, y donde invitó a los reclusos a no tener miedo al encuentro con Jesús: «La cárcel de la que el Señor viene a liberarnos es ante todo aquella en la que está encadenado el espíritu -dijo-, y cárcel del espíritu es el pecado».

La esperanza en la cárcel no es una palabra fuera de lugar

No desfallecer nunca, creer en la posibilidad de un futuro distinto, mantener el horizonte abierto al «después»: Juan Pablo II fue muchas veces a la cárcel para llevar esperanza, como atestigua el discurso que dirigió a los reclusos del centro penitenciario de Viterbo que visitó el 27 de mayo de 1984: «Siento -dijo- la audacia de decirles que deben, que pueden esperar, hablo de la esperanza cristiana, la que nace de la certeza de que Dios nos ama criaturas, de que es Padre de misericordia, de que envió a su Hijo Jesús para que todos nos salvemos».

El Evangelio de las cárceles

El Evangelio de Jesús es el Evangelio de las cárceles y de los presos: el Papa Wojtyla estaba convencido de ello cuando, durante su viaje pastoral a Polonia, el 7 de junio de 1991 visitó la cárcel de Płock. «Cristo -recordó- fue preso y condenado a muerte, los apóstoles fueron presos y también muchos de los que la Iglesia venera como santos». Un amor sincero, el de los presos, que estalló en aquel sencillo «he venido aquí porque los quiero» durante su visita a los jóvenes del instituto de menores de Casal del Marmo, en Roma, con ocasión de la Epifanía de 1980: «Quiero decirles a cada uno de ustedes que tienen capacidad de bondad, de honradez, de trabajo, capacidad real, profunda y a menudo insospechada -dijo-, tengo fe en vosotros, he venido aquí para mostrarles mi afecto y mi confianza». Palabras, estas, que han quedado en la historia, de la Iglesia y no sólo.

Se publicó primero como Juan Pablo II y los presos: Pueden tener esperanza

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