Comunicado de www.vaticannews.va —
Esta tarde, en la Basílica de Sant’Andrea della Valle (Roma), se ha celebrado la cita con el lema «Tú eres mi esperanza» con las Misioneras de la Misericordia, en el ámbito del Jubileo dedicado a ellos. Provenientes de los cinco continentes, se acercaron al Sacramento de la Reconciliación. Monseñor Bell: «Vivimos el perdón con intensidad, honestidad y sinceridad».
Edoorde griego – Roma
«Eres mi esperanza». Las palabras del Salmo 71 resonaron hoy, 28 de marzo, en la Basílica de Sant’Andrea della Valle en Roma. Un recordatorio elegido por el Papa Francisco para la XII edición de las 24 Horas para el Señor, un evento que, en el corazón del Jubileo de los Misioneros de la Misericordia -sexto gran evento del actual Año Santo- nos invita a redescubrir la belleza del perdón. Quinientos sacerdotes venidos de los cuatro puntos cardinales de la tierra traen consigo el deseo de reconciliación, testigos de una fe que se hace abrazo, de una esperanza que se renueva. Y es precisamente la esperanza la que se entrelaza con la misericordia, como recuerda el Pontífice en la carta apostólica Misericordia y miserablepublicada al concluir el Jubileo extraordinario de 2016-2017: «La misericordia suscita alegría, porque el corazón se abre a la esperanza de una vida nueva».
La celebración penitencial
Frente al altar, los misioneros se reúnen en silencio y oración. Al frente está Monseñor Graham Bell, subsecretario del Dicasterio para la Evangelización, que preside la celebración penitencial, en la que también participa Monseñor Rino Fisichella, pro prefecto del mismo Dicasterio, sección para las Cuestiones Fundamentales de la Evangelización en el Mundo. Es Fisichella, en los subsidios para la celebración comunitaria distribuidas con motivo de las “24 horas para el Señor” en todo el mundo, quien recuerda el sentido último de este encuentro: «Se pueden tener muchas y múltiples esperanzas, pero quien no conoce a Dios, en el fondo, está sin esperanza. El Jubileo es el anuncio inmutable de Jesucristo, ‘nuestra esperanza’».
Vivir el perdón con intensidad, honestidad y sinceridad
La Palabra se hace eco vivo en el rito, animado por el movimiento Gioventù Ardente Mariana (Gam). En la Basílica se proclama el Evangelio de las Bienaventuranzas, en estas Bienaventuranzas «Dios nos habla directamente», con «inmediatez», explica Monseñor Bell en su breve homilía. «No hay una sola Bienaventuranza que no haya sido vivida plenamente por Jesús», reflexiona el sacerdote, deteniéndose luego en el poder del Sacramento de la Reconciliación. «El perdón sólo es posible mediante la Cruz del Señor», afirma, invitando a los fieles a cruzar el umbral del confesionario con «intensidad, honestidad y sinceridad». En el silencio envolvente de Sant’Andrea della Valle, entre los cantos del coro Gam, se expone el Santísimo Sacramento. Un aire de sacralidad impregna el ambiente, mientras pequeñas luces verdes se encienden en los confesionarios, invitando a los misioneros a acercarse. En cada uno, un trozo de papel indica los idiomas hablados por los confesores. Tantos idiomas, casi como para decir que el perdón no conoce barreras ni fronteras.
«He levantado un gran peso»
El padre Nazmul, que llegó de Bangladesh, fue uno de los primeros en arrodillarse para recibir la absolución. «El perdón siempre es posible», susurra en inglés, haciéndose eco de las palabras de Monseñor Bell. «Tenemos que recordar eso. Especialmente hoy en día. Tenemos que recordarlo. Sobre todo hoy en día”. La mirada del sacerdote es firme y su sonrisa ligera. Después de la confesión regresa a su lugar, inmerso en la oración. Y es precisamente la sonrisa la nota constante de quienes salen del confesionario. Una expresión de alivio, de ligereza recién encontrada. “Me he quitado un gran peso de encima”, confiesa el padre Reynaldo, misionero filipino llegado a Roma con otros doce sacerdotes. Llega también para él el momento de la acción de gracias: de rodillas, en silencio, mientras el flujo de fieles a su alrededor no se detiene. Cada uno con su propia historia, cada uno en busca de una paz que, allí, en el Sacramento de la Reconciliación, se hace tangible.
Se publicó primero como 24 horas para el Señor: sacerdotes de todo el mundo para «vivir el perdón»