Los grupos armados ahora controlan gran parte de la capital, Port-Au Prince, incluidas las carreteras clave que conducen dentro y fuera de la ciudad, lo que hace que sea casi imposible para las personas encontrar seguridad.
Durante los últimos 14 años, Rose, una trabajadora humanitaria de la Organización Internacional para la Migración (OIM), ha estado en el terreno, ayudando a los más vulnerables y ha sido testigo de la crisis de primera mano.
“Cada vez que pienso en una jornada laboral en el campo, la primera imagen que viene a la mente es el sufrimiento de las familias, el grado de vulnerabilidad de estas personas desfavorecidas que viven en condiciones inhumanas.
Un miembro del personal de la IOM saluda a las personas desplazadas en un sitio de distribución de ayuda.
Me rompe el corazón ver niños, bebés, madres y padres mayores que llegan a sitios de desplazamiento después de huir de diferentes lugares debido a conflictos de pandillas. Su lucha por alimentar a sus familias y las precarias condiciones en las que duermen me afectan profundamente.
Lo que más me duele como trabajador humanitario a veces es darse cuenta de que no podemos satisfacer completamente las necesidades de estas personas vulnerables que dependen completamente de la ayuda humanitaria. Desafortunadamente, la financiación y los recursos son limitados.
Como trabajador humanitario, estoy buscando un equilibrio entre la cantidad que invierto emocionalmente en mi trabajo y la necesidad de dar un paso atrás para proteger mi salud mental.
Me cuido participando en actividades como música, deportes, meditación o cualquier otro pasatiempo que me relaje.
Una sonrisa a la vez
Desde mi adolescencia, siempre me ha apasionado trabajar en el campo humanitario.

Una madre desplazada tiende a su bebé en una antigua escuela en el centro de Port-Au Prince, Haití.
La OIM ha ayudado a muchos niños y jóvenes desplazados a obtener acceso a la educación, brindándoles oportunidades de aprendizaje y apoyando su desarrollo personal.
Creo firmemente en la posibilidad de un cambio positivo, incluso en las situaciones más desesperadas.
Cada pequeña mejora en la situación de las personas, cada sonrisa que veo refuerza mi convicción de que lo que hago es significativo.
Por ejemplo, muchas personas han podido acceder a viviendas seguras y seguras a través de la ayuda de la OIM, mejorando sus condiciones de vida y proporcionando un entorno más estable para sus familias.
Conocí a una madre que me dijo que dejar el sitio de desplazamiento le trajo una inmensa alegría.
Para ella, no se trataba solo de tener un techo sobre su cabeza, se trataba de recuperar su dignidad.

Cité Soleil en el centro de Port-Au Prince es uno de los lugares más peligrosos de la capital haitiana.
Criar a sus hijos, especialmente a sus jóvenes hijas, que casi no tenían privacidad cuando estaban durmiendo y duchándose, había sido su mayor lucha diaria.
Su historia me conmovió profundamente y reforzó mi compromiso de trabajar incansablemente para apoyar a estas familias que necesitan una gran necesidad de nuestra ayuda.
‘Escucha las voces de los olvidados’
Haití, esta tierra de resiliencia y coraje, se enfrenta hoy a desafíos abrumadores y un sufrimiento inimaginable. Nuestros hijos lloran, las familias luchan y veo los corazones rotos de las personas que enfrentan la indiferencia del mundo que los rodea.
Te imploro, el mundo, que abras tus ojos a la realidad de Haití. Mire más allá de los números y estadísticas. Escuche las voces de lo olvidado, gritando en el silencio de la angustia. Haití necesita su solidaridad, su compasión.
Juntos, hagamos que el eco de la esperanza resuene en los valles y montañas de Haití «.