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El Papa a la Guardia Suiza: Vivir la fe que habla del valor de servir

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Comunicado de www.vaticannews.va —

León XIV participa en la «hermosa» ceremonia de juramento en el Patio de San Dámaso del Palacio Apostólico. Al dar las gracias a los reclutas, subrayó el valor de su testimonio en el mundo de hoy, de un modo de vivir la fe «que habla verdaderamente a todos los jóvenes del valor de dar la vida, de servir y de pensar en los demás».

Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano

El patio de San Dámaso en el Vaticano está decorado festivamente con las banderas de los cantones suizos con motivo del juramento de 27 reclutas de la Guardia Suiza esta tarde, 4 de octubre. La particularidad de hoy es la participación del Papa, algo que no ocurría desde la época de Pablo VI.

León XIV entró en el patio y, tras saludar en primera fila al comandante del ejército más antiguo del mundo, al capellán y a los cardenales, se situó en el centro del recinto. Prelados, clérigos y representantes institucionales civiles y militares, familiares y amigos, así como benefactores y antiguos guardias asisten a lo que sigue siendo un momento especialmente significativo en la carrera de un Guardia Suizo, que para la ocasión viste el uniforme de la Gran Gala, es decir, el uniforme con armadura. El desfile es solemne, con una marcha lenta por el patio. El comandante rinde homenaje al Papa, agradeciéndole que comparta este ritual. Es la fiesta de San Francisco de Asís, una figura que, subraya el coronel Graf, muestra dónde reside la verdadera grandeza: «No reside en la riqueza ni en el poder, sino en la humildad, la sencillez y el amor a todas las criaturas».

La importancia de la disciplina y el sacrificio, de una fe que habla a todos los jóvenes

La delegación de la Confederación Suiza que asiste esta tarde a la juramentacion de los Guardias está encabezada por la presidenta Karin Keller-Sutter, con la Presidenta del Consejo Nacional Maja Riniker. Están presentes el presidente del Consejo de los Estados, Andrea Caroni, y el jefe de las Fuerzas Armadas, comandante de Cuerpo Thomas Süssli. Además, monseñor Joseph Bonnemain, vicepresidente de los obispos suizos. El cantón anfitrión de este año, Uri, está encabezado como delegación por el gobierno cantonal. «Estamos orgullosos de vosotros», declara públicamente el capellán, «y agradecidos de que hayáis aceptado la llamada a este honorable servicio, que ahora juráis cumplir concienzuda y fielmente».

Y pronuncia la fórmula: «Juro servir fiel, leal y honorablemente al Sumo Pontífice León XIV y a sus legítimos sucesores, así como dedicarme a ellos con todas mis fuerzas, sacrificando -cuando sea necesario- incluso mi vida por su defensa. Asumo igualmente estos compromisos con respecto al Colegio Cardenalicio mientras dure la Sede vacante. También prometo al Comendador y a mis demás superiores respeto, lealtad y obediencia. Lo juro. Que Dios y nuestros Santos Patronos me asistan». Suenan los himnos Vaticano y Suizo.

Llamados uno a uno por el sargento mayor, los reclutas se acercan a la bandera del Cuerpo y cada uno responde pronunciando su nombre como Alabardero: «Juro observar fiel, leal y honorablemente todo lo que se me ha leído en este momento. ¡Que Dios y nuestros Santos Patronos me asistan!».

La ceremonia, que duró algo más de una hora y concluyó con las notas de un breve concierto de la banda de la Guardia Suiza, se cerró con unas palabras de agradecimiento del Pontífice. Su agradecimiento es «en primer lugar a Dios por el don de la vida y de la fe». Al calificar la ceremonia de «hermosa», el Papa saluda a los presentes: los cardenales, los arzobispos, los obispos, el presidente de la Federación Suiza, las familias de los Guardias Suizos «que hoy han prestado este juramento de manera «muy» especial».

Y añade el Papa: “A todos los que habéis prestado este juramento: es un testimonio muy importante en el mundo de hoy. Nos hace darnos cuenta de la importancia de la disciplina, del sacrificio, de vivir la fe de una manera que realmente habla a todos los jóvenes del valor de dar la vida, de servir y pensar en los demás. Os doy las gracias en mi nombre y en el de toda la Santa Sede por vuestro servicio”.

La actualidad de la acción pacificadora de San Nicolás de Flüe

«Con este juramento, cada Guardia se compromete a serviros con todas sus fuerzas y, si las circunstancias lo requieren, incluso a sacrificar su propia vida». Así Christoph Graf, Comandante de la Guardia Suiza Pontificia desde hace diez años, que en su discurso (pronunciado según la tradición en italiano, alemán y francés) en presencia del Papa León recuerda las figuras que inspiraron la labor de los Guardias, entre ellas el comandante San Nicolás de Flüe, que fue capitán, agricultor de montaña, político y juez. Gracias a su mediación, recuerda Graf, «evitó la violenta división de los confederados provocada por una guerra fratricida y pasó así a la historia como un gran pacificador». Y al tiempo que subraya su profunda sabiduría derivada del poder de la fe y la oración, señala lo luminoso que resulta este testimonio «en el mundo de hoy, caracterizado por guerras brutales, discordia y desasosiego». La pertinencia de su llamamiento a la paz, añade, es hoy «más actual que nunca y nos exhorta a buscar la comprensión y a vivir en paz unos con otros».

Un servicio a Cristo en la atención a los necesitados

Junto a este santo patrón, hay otros dos a los que recuerda el comandante: San Martín de Tours y San Sebastián. El primero, un oficial romano que compartió su capa con un mendigo para cubrirle, muestra que «el verdadero servicio no es sólo un deber hacia las instituciones o los superiores, sino también y sobre todo hacia los más débiles, los necesitados y todos aquellos que encontramos en nuestro camino y en nuestro servicio diario». Un ejemplo a tener siempre en cuenta, ya que la disciplina y el rigor que exige la misión de los guardias deben verse precisamente en la perspectiva de un servicio generoso prestado a Cristo y a nuestros hermanos. Un rasgo, éste, bien manifiesto en la segunda referencia definida como «un camarada muy especial», que también era soldado romano al servicio del emperador, y que, como cristiano, «sabía que su lealtad y fidelidad tenían que ser a Cristo». Cuando la joven Iglesia era perseguida», explica, «él permaneció firmemente fiel a su fe y a su amor por Cristo. La consecuencia fue el martirio».

Y si hoy ninguno de los guardias busca el martirio, cada uno promete solemnemente hacer todo lo necesario para estar preparado en caso de necesidad. Esto se hace, recuerda Graf, «con plena consideración, con seriedad y nunca a la ligera». La oración por el Papa expresada por el comandante se traduce finalmente en el deseo de «todo bien» en el camino del Santo Padre con la seguridad de una «sincera fidelidad».

Se publicó primero como El Papa a la Guardia Suiza: Vivir la fe que habla del valor de servir

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